La Constitución Española cumple 40 años el próximo 6 de diciembre. Con su aprobación en referéndum, se ponía fin a 36 años de dictadura franquista y una transición difícil que intentamos sortear de la mejor manera posible. Yo tenía 20 años. Y me entusiasmaba votar. Entonces, éramos felices votando. Nos sentíamos protagonistas de la historia. Y teníamos unos políticos con vocación de servicio público que se fajaban por nosotros, que luchaban por hacer realidad nuestras ilusiones.

Hoy, 40 años después, no me gusta tanto votar. Estoy cansado. Lo más fácil es pensar que estoy viejo y he perdido la ilusión. Pero el problema es que los jóvenes de 20 años tampoco la tienen. O, al menos, no tanta como antes. Entonces, ¿qué ocurre? A mi juicio, la respuesta es muy fácil: los políticos de ahora no generan tanta ilusión. Es como si hubieran desconectado de los votantes y solo tuvieran invectivas para el rival, en este caso ya enemigo.

Evidentemente, el ejercicio político provoca desgaste. Y corrupción. Pero para eso está la justicia. Que metan en la cárcel a los corruptos. Y sigamos adelante. Con ilusión. Entre la ilusión y el odio, me quedo con la ilusión. Estoy harto de políticos rijosos e iletrados incapaces de imaginar proyectos audaces que animen a la gente, políticos que se pasan la noche cavilando a ver qué frase graciosa dicen al día siguiente para regocijo de sus acólitos, que ni siquiera de la gente más seria que comparte sus ideas.

Miren: estamos a finales del 2018, dentro de unos días, el 2 de diciembre, nos jugamos el futuro de nuestra comunidad autónoma. Basta de tonterías. Seamos serios. Y pongámonos a trabajar, que llevamos años de retraso provocado por el abandono al que hemos sido sometidos a lo largo de la historia.

Así que, señores, aporten propuestas posibles y constructivas para salir del furgón de cola. Y potencien la enseñanza y la cultura, para que podamos interpretar la realidad sin necesidad de que ustedes nos ayuden. No quiero performances estúpidas que atenten contra el sentido común. Ni pegos innecesarios. Quiero sensatez. Propuestas coherentes y realizables. Políticos preocupados por el servicio a la comunidad, por facilitarles la vida a los ciudadanos, que luchen día a día por la justicia social. Algo que empiezo a echar cada día más en falta. Algo que sí tenían los políticos de hace cuarenta años.

Miren: lo que yo les pido es que trabajen honestamente y lo hagan lo mejor posible, que para sesiones bufas ya tenemos el Gran Teatro.

* Periodista y escritor