Volver a estar envuelto en un periodo electoral debería convertirse en algo ilusionante para la ciudadanía puesto que, ante todo, es un ejercicio de libertad para elegir unas líneas de compromiso por parte de los partidos políticos que regirán nuestro futuro por un periodo de tiempo importante. Esto es algo que a día de hoy, lamentablemente, se banaliza, aunque lograrlo costara sufrimiento y sangre.

Un asunto tan cardinal no puede pasar en la vida de los ciudadanos como algo tedioso, porque la decisión que se tome en los comicios tendrá una repercusión importantísima en nuestra vida. Sin embargo, ante esto encontramos desidia, un desinterés de la población que viene alimentado por la actitud, en algún caso incluso voluntaria, de los propios aspirantes ante la falta de propuestas constructivas que saquen a este país, a esta región, o a esta ciudad de la situación en la que nos encontramos, con desempleo en niveles insoportables, una precariedad que no genera futuro en las familias, pobreza y desigualdad en alza, y un largo etcétera que machaca a la ciudadanía en un pesar que ya asumen como algo cotidiano.

A pesar de ello, los partidos políticos, en vez de proponer, se instalan en el enaltecimiento del odio de unos a otros, que visto los resultados parece que no les funciona del todo mal. A veces, me parece estar viendo un reality show de bajo nivel en vez de una apuesta por el futuro. Es decir, en la mayoría de los casos, los que votan se definen por opciones desde la visceralidad, sin poner en valor la capacidad resolutiva ante la problemática existente de las candidaturas. Es más, me atrevo a decir que desconocen incluso las propuestas, en el caso de que las haya. Lamentablemente, se vota por odio, por miedo, ese que nos han generado hacia el otro. A esto hay que ponerle freno de una vez por todas. La ciudadanía se merece más responsabilidad y respeto por parte de los partidos políticos. No obstante, nosotros también somos parte del problema porque no castigamos estas actitudes.

El voto, algo que muchos consideran inútil, lanza muchos mensajes, de ahí la importancia de, en primer lugar, votar, y en segundo castigar o premiar según qué actitud, ya que los ciudadanos tenemos que tomar las riendas de lo que queremos. ¿Cómo sino se puede exigir desde una actitud de pasividad e indolencia? Es necesario que la sociedad salga de ese letargo en el que nos han sumergido si queremos otro país, otra región, otra ciudad, usando la cabeza y no las vísceras, que tienen su función en el cuerpo humano, pero esa nunca ha sido la de pensar.

* Secretario general de UGT-Córdoba