Andalucía es una Comunidad Autónoma con una situación estructural muy compleja. Se encuentra entre las más pobres del país; es históricamente pobre. Pero esto no se debe a la indolencia estereotipada de los andaluces ni a la ignorancia que nos atribuye la exministra Tejerina. Andalucía casi siempre ha sido una comunidad ignorada. Desde el Estado nunca se apostó por su desarrollo industrial, ni tuvimos ventajas fiscales aunque sí deudas históricas mal pagadas. Incluso la PAC nos hace llegar recursos que benefician a propietarios de grandes extensiones de tierras, nunca a los trabajadores de las mismas.

Las condiciones y procesos históricos que han conformado a Andalucía han generado una estructura económica y social muy difícil de cambiar, puesto que las sociedades no cambian ni se desarrollan en un par de generaciones si no se pone en marcha un plan con objetivos claros al que se le adjudiquen los recursos necesarios. También es imprescindible que los actores estén de acuerdo en llevarlo a cabo y que los ciudadanos quieran aceptarlo. Y todas estas circunstancias no suelen coincidir casi nunca. En estas elecciones están en juego problemas comunes que, con independencia de la competencia política de las élites, son abrumadores por el contexto histórico en el que vivimos y que tienen difícil solución. Algunos de ellos aún no están en el debate político inmediato, pero llegarán. El más importante es que los datos macroeconómicos pueden ser positivos pero, al observar los otros, se ve el avance del fenómeno que Beck llamó «Brasileñización de Occidente», para referirse a economías con empleos muy débiles, mal pagados, con mucha rotación e incluso informales.

¿Puede un gobierno autonómico cambiar esta situación? En absoluto. Las dinámicas económicas de la globalización neoliberal permiten pocas alternativas, así que, para decidir mi voto tomaré como criterio evitar ataques a la dignidad humana. Tendré en cuenta qué partido firma los avances en el Estado del bienestar, porque es lo único que ha producido en Andalucía cierto nivel de desarrollo y de calidad de vida, y porque es justo. Tendré en cuenta que no condene a las mujeres pobres a parir hijos para los ricos (quienes lo defienden no lo harían) y que entienda que las mujeres no son objetos sexuales para los hombres (quienes lo defienden nunca lo harían). Usaré como indicador de mentira infalible la promesa de arreglarlo todo bajando los impuestos.

Y una petición tonta: señores políticos/as, amigos/as periodistas y tertulianos, dejen de usar el término «primera vuelta» para referirse a las elecciones andaluzas. No porque yo sea nacionalista, no lo soy en absoluto, sino porque no es riguroso. Es un concepto que pertenece a otros sistemas electorales como Francia o Brasil, no al español.

* Dra. Sociología. IESA-CSIC