Reportaje
Incluir para avanzar: la gran enseñanza de la ONCE en Córdoba
Julia y Pablo, alumnos con discapacidad visual en Córdoba, demuestran día a día cómo la colaboración entre la ONCE, sus familias y los docentes convierte la integración educativa en una realidad palpable

Pablo Bargiela está estudiando cuarto de la ESO y recibe apoyo de la ONCE. / Córdoba
La inclusión educativa de los alumnos con discapacidad visual no es solo un principio que aparece en leyes o discursos: es un desafío diario, un reto que se materializa en cada aula, en cada libro adaptado y en cada gesto de apoyo. Para estos niños y jóvenes, la escuela es mucho más que un espacio de aprendizaje; es un universo por descubrir, donde la curiosidad, la perseverancia y las herramientas adecuadas les permiten avanzar con autonomía y seguridad. Gracias a la ONCE, que acompaña a estos estudiantes desde los primeros años de la infancia, junto a familias comprometidas y docentes cada vez más sensibilizados, un total de 127 estudiantes ciegos o con discapacidad visual grave de la provincia de Córdoba cursan este año estudios en Córdoba.
Sus historias muestran que la educación inclusiva no es un ideal abstracto o inalcanzable, sino una realidad posible, que transforma no solo la vida de los alumnos, sino también la de quienes les rodean. Y es que en medio de este proceso, se construyen aprendizajes que van más allá del aula: resiliencia, adaptación y la certeza de que, con apoyo y comprensión, ninguna barrera es insalvable.
Dos familias de Córdoba, ejemplifican cómo la inclusión educativa puede transformar la vida de los alumnos ciegos. Por un lado, Pablo Bargiela Chacón, estudiante ciego acompañado desde la infancia por la ONCE, ha aprendido a desenvolverse en su día a día escolar gracias al braille, la tecnología y al apoyo de su familia y profesores. Por otro, Julia López Moreno, con discapacidad visual y también desde sus primeros años acompañada por la ONCE, ha logrado desarrollar autonomía y seguridad en su entorno escolar y actividades extraescolares. Sus historias, distintas, pero igualmente inspiradoras, muestran cómo la colaboración entre familias, docentes y la ONCE abre caminos para que la discapacidad visual no se convierta en un obstáculo que deja atrás a las personas, sino en un reto que con trabajo y educación y conciencia social es totalmente superable. Pablo vive su formación educativa con una curiosidad inagotable y una capacidad de adaptación admirable.
«Una tutora maravillosa»
Desde sus primeros años, la ONCE ha sido su apoyo constante, acompañándolo desde la guardería y formando parte esencial de su educación, asegurándole que nunca se quedara atrás y que pudiera acceder a los mismos contenidos que sus compañeros.
«En infantil, tuvo una tutora maravillosa que aprendió braille con él, nos dio mucha tranquilidad esa implicación», recuerda Mónica, madre de Pablo, acerca de aquellos primeros años de escolarización y de la importancia de topar con docentes que creen y apuestan por una inclusión íntegra y real de todo tipo de alumnado. Mónica y Alberto, su marido, docente de la ONCE, ambos con discapacidad visual, se encargaron desde el primer momento de aportar su experiencia y «quitar los miedos al centro» en el que iban a escolarizar a su hijo, siendo así totalmente claves para orientar a los profesores y facilitar que Pablo pudiera aprovechar al máximo todos los recursos disponibles.

Julia López se ayuda de herramientas en clase para poder seguir mejor las clases en el el colegio. / Córdoba
Gracias a todo este apoyo e implicación, Pablo aprendió braille desde muy pequeño y desarrolló habilidades de lectura y escritura que le permitieron avanzar con total autonomía y seguridad. Desde las etapas más tempranas, ya utilizaba la máquina Perkins y fue aprendiendo a usar herramientas tecnológicas que le permiten acceder a los mismos contenidos escolares que el resto de sus compañeros.
Tecnología
Durante la Educación Primaria, Pablo incorporó el uso de portátiles para sus clases y tareas, consolidando su independencia y su capacidad para organizarse, mientras que los profesores de la ONCE trabajaban codo con codo con los tutores para adaptarle los materiales y presentárselos de la forma que fuera más accesible para él.
«Me gusta aprender con el ordenador, y puedo hacer con él las tareas igual que las hacen el resto de mis compañeros», cuenta con total naturalidad y confianza frente a los retos diarios del aula. Sus padres, por otro lado, subrayan también la importancia del trabajo social en el que quedan cosas por hacer, ya que, aunque Pablo ha progresado muy bien a nivel académico y personal, las relaciones con sus compañeros han requerido un poco más de esfuerzo, destacando la necesidad de sensibilización y concienciación dentro del aula para que la inclusión sea total e integral en todos los aspectos del día a día de una persona ciega como Pablo.
Confianza
A pesar de ello, Alberto y Mónica destacan que la combinación del compromiso familiar, la implicación de los docentes y la intervención de la ONCE, ha permitido que hoy, Pablo, en 4º de la ESO, vaya consolidando su autonomía, enfrentándose a retos propios de la adolescencia y a las exigencias académicas de su etapa, demostrando que una educación inclusiva transforma la vida de los alumnos y de quienes les rodean y siendo un ejemplo de constancia y aprendizaje.
Por otro lado, la historia de Julia, es la de una niña que cursa sexto de Primaria y que vive la escuela como un espacio de descubrimiento y desafío. Desde sus primeros meses de vida, la ONCE ha estado presente, acompañándola y guiando tanto a los profesionales del colegio como a su familia, garantizando que nada limitara su desarrollo. «Desde que le diagnosticaron su discapacidad visual a los tres meses, contactamos con la ONCE y nos han acompañado en todo momento», remarca Maite, su madre, enfatizando la importancia de la atención temprana en el progreso de Julia.
Un desafío constante
A lo largo de las diferentes etapas educativas, Julia ha aprendido a manejar herramientas fundamentales como la telelupa, que utiliza tanto en casa como en el colegio para leer, escribir y acceder a los contenidos escolares, y ha recibido una enseñanza individualizada para desarrollar autonomía en tareas cotidianas y académicas.
Además, la profesora de la ONCE que la visita dos veces por semana, ha trabajado con Julia el uso del ordenador, enseñándole no solo a escribir, sino también a gestionar sus materiales de forma independiente, preparando así el camino para que la transición al instituto sea lo más fluida posible.
Julia es una chica con ganas que participa activamente en actividades extraescolares, desde campamentos en Cerro Muriano, hasta convivencias organizadas por la ONCE, demostrando su capacidad de integración, su seguridad en sí misma y su entusiasmo por relacionarse.
Su madre cuenta que los docentes de su colegio han fomentado un ambiente inclusivo desde la etapa de Infantil, especialmente el profesor que tuvo en sus primeros años de escolarización, al que agradece y reconoce la increíble labor que realizó no solo con Julia, sino con todos los alumnos, educándolos en el respeto, apoyo, ayuda y compresión a cualquier tipo de compañero, facilitando así la integración de todos en un aula donde nadie se quedase atrás ni se sintiese excluido.
Ganar independencia
Así, con enfoque equilibrado entre autonomía y apoyo de todos, Julia desarrolla confianza y habilidades que van más allá del aula: su pasión por los idiomas y el deporte, su interés por la fisioterapia y su capacidad de adaptación.
Y es que Julia tiene claro, a pesar de su corta edad, cómo quiere su futuro: formarse como fisioterapeuta y trabajar con niños, combinando su vocación de ayudar con su interés por los idiomas y el deporte, proyectando sus capacidades en un camino profesional que refleje su determinación y entusiasmo.
Para Maite, la clave ha sido permitir que Julia aprenda a valerse por sí misma y se enfrente a retos, con la seguridad de que siempre contará con apoyo y la certeza de que la discapacidad visual no define sus límites, sino que solo marca un camino en el que la resiliencia, la curiosidad, la concienciación y la colaboración hacen posible que pueda participar plenamente en la vida escolar y social.
Lo que muestran Pablo y Julia es mucho más que la historia de dos alumnos con discapacidad visual: es la prueba tangible de que la educación inclusiva es posible, es necesaria y transforma vidas.
Cada logro, cada paso hacia la autonomía y la independencia, es un triunfo compartido entre ellos, sus familias y los profesionales implicados que los acompañan. Sus historias no solo deben servir como inspiración, sino también como recordatorio de que las barreras pueden superarse con apoyo, concienciación, paciencia y las herramientas adecuadas.
Como enfatiza Alberto, padre de Pablo y docente de la ONCE: «Lo más importante es que aprendan a valerse por sí mismos; la discapacidad no define sus límites, solo marca el camino para que desarrollen su potencial con confianza y autonomía».
42ª edición del concurso escolar de la ONCE
La ONCE ha lanzado la 42ª edición de su Concurso Escolar, invitando a estudiantes y docentes a imaginar productos que eliminen barreras y hagan la vida más accesible para todos. Cada aula deberá presentar un diseño con nombre, ilustración y explicación de cómo funciona y quién puede usarlo. Los mejores trabajos formarán parte de un catálogo digital de sensibilización. El concurso incluye herramientas educativas como GuiONCE, una guía práctica con dinámicas creativas, y el ‘Gran Tablero de accesibilidad’, un juego digital para experimentar retos diarios que enfrentan las personas con discapacidad. También habrá retos mensuales, con premios como ‘packs’ de LEGO, tabletas y ‘smartwatches’.
Pueden participar de 3º a 6º de Primaria, 1º a 4º de ESO, FP Básica y Educación Especial. El jurado valorará accesibilidad, originalidad y claridad de las propuestas. Las inscripciones ya están abiertas en http://www.concursoescolaronce.es/.
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