Maestros

¡Alerta padres y madres!

"Entre la maraña de buenos sitios, la web, cual telaraña, cría también seres ocultos"

Un usuario delante de un ordenador.

Un usuario delante de un ordenador. / Prensa Ibérica

Isabel Agüera

Isabel Agüera

Es curioso observar la habilidad de los chicos para manejar un PC o un móvil. Parece que hubieran nacido con ellos. Internet le ofrece todo tipo de páginas de contenido tan atractivo que es casi imposible resistirse a ellas. Pero en medio de la maraña de buenos sitios, la web, cual telaraña, también cría seres ocultos, garras infernales para los pequeños que, presas fáciles, caen en ellas con efectos irreparables.

Descubrimos con cuánta facilidad personas anónimas con ideas perversas pueden manejar los finos hilos de la sensibilidad de nuestros hijos, ahí, en el hogar, junto a los padres que, ajenos a tantos y tan graves problemas, se desentienden de sus chicos que pasan horas conectados a la red. Y no son historias leídas de sucesos lejanos, no. Yo misma comprobé hace años, con inmenso dolor, los cómodos caminos que proporcionan acceso y comunicación con niños desde pocos años. Sí, me bastó entrar en canales del chat, que los había para niños y, pasando por uno de ellos, obtener conversaciones sexuales, intercambio de fotos engañosas -por parte de los mayores - e incluso buscar encuentros cara a cara con chicos, ajenos al riesgo.

Y es que, tras las brumosas aguas de la red, los peligros son inmensos: pornografía que, en constante bombardeo, se superpone con total desvergüenza en los mensajes que se cruzan los pequeños y que de forma explícita o subliminal penetra y anidan en las regiones más primigenias del cerebro humano, creando adicción a un sexo generador de aberraciones, agresividad, violencia... Si esto le sucede a un adulto, tal vez pueda digerirlo, pero cuando el que está ante la pantalla es un niño, las puertas del engaño, el daño físico y mental se agitan y puede ser irreparable. Hace unos días la noticia la oí en un telediario: cada vez con menos edad, los niños acceden a pornografía. Mi reflexión, indignación y súplica no son otras que invitar a los padres a comprobar, mediar y, sobre todo, denunciar.

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