REPORTAJE

Educar en familia en pequeños lugares con una gran energía

Unos 930 escolares reciben clase en una decena de colegios rurales, cuyas claves son el aprendizaje colaborativo y la cercanía

La participación es una de las señas de identidad de los colegios rurales, como este de Fuente Obejuna.

La participación es una de las señas de identidad de los colegios rurales, como este de Fuente Obejuna. / CÓRDOBA

Víctor RH

«Lugares pequeños pero con gran energía». Así definen algunos de los docentes consultados cómo son sus Colegios Públicos Rurales (CPR), un elemento del sistema educativo, que surgió hace 35 años en Andalucía, ante la necesidad de cubrir todo el territorio con un servicio esencial, la educación pública.

Una profesora, con algunos alumnos del CRP Iznájar Norte, en el interior de la clase.

Una profesora, con algunos alumnos del CRP Iznájar Norte, en el interior de la clase. / VÍCTOR RH

Para facilitar el acceso a la enseñanza a aquellos menores de zonas rurales carentes de estos servicios educativos, la provincia de Córdoba cuenta en la actualidad con una decena de estos centros, teniendo como sedes de referencia las de Valsequillo, Aldea Quintana, Mesas del Guadalora, Llanos de Don Juan, El Higueral, Ventorros de Balerma, Fuente Obejuna, Palomar, Priego de Córdoba y Obejo.

Fachada del colegio rural Iznájar Sur,  que cuenta con siete docentes vinculados al mismo.

Fachada del colegio rural Iznájar Sur, que cuenta con siete docentes vinculados al mismo. Una profesora, con algunos alumnos del CRP Iznájar Norte, en el interior de la clase. / CÓRDOBA

En general, son unos lugares donde se enseña en un ambiente familiar, muy cercano, abierto y en el que todas las personas aportar en el proceso de aprendizaje. Algo menos de un millar de alumnos (930) - según datos de la Delegación de Desarrollo Educativo y FP- recibe su enseñanza obligatoria en este tipo de centros hoy en día, la cual corre a cargo de 171 docentes.

La participación es una de las señas de identidad de los colegios rurales, como este de Fuente Obejuna.

Fachada del colegio rural Iznájar Sur, que cuenta con siete docentes vinculados al mismo. / CÓRDOBA

Esto establecería un promedio de 93 estudiantes y 17 educadores por CPR, cifras que respaldaría la idea de esa baja ratio en las aulas de los colegios rurales y la posibilidad de trabajar particularmente con casi cada escolar. No obstante, el reparto es bastante desigual, según cada CPR de la provincia cordobesa.

Educar en familia en pequeños lugares con una gran energía

Sedes y alumnado en los Colegios Públicos Rurales. / VÍCTOR RH

En cuanto a docentes, tres de ellos cuentan con 10 o menos docentes; cuatro tienen entre 11 y 20 y sólo tres superan la veintena de educadores.

En cuanto a estudiantes, el reparto es aún más polarizado, ya que hasta siete de los CPR sitúan su global de alumnos por debajo de los 70 en cada uno de ellos, mientras que únicamente tres tienen más de 150 estudiantes por colegio.

Varios perfiles, igual sentir

Para conocer algo mejor su realidad, tres de estos centros hablan sobre su trabajo. Es el caso del CPR Ana de Charpentier, de Aldea Quintana, el más numeroso en cuanto a alumnado (277) y docentes (40); uno de tamaño medio, como es el Maestro José Alcolea, de Fuente Obejuna (68 escolares y 15 maestros) y el más pequeño, el CPR Iznájar Sur (con sólo 15 alumnos y 7 profesores).

Antonio Carrillo, de la escuela Ana de Charpentier, trabaja con 5º y 6º de Primaria en conjunto, lo cual le enriquece mucho. Al tiempo, es maestro en itinerancia y lamenta que, cuando ha de desplazarse, deja de tener contacto con su clase el resto de día, una situación que traslada también al claustro, pues esa condición itinerante no le permite compartir muchos espacios ni tiempos en el día a día.

Salvo esos hándicaps, para Carrillo es «todo positivo» en un CPR, ya que cuentan con recursos suficientes y se sienten arropados por el equipo directivo, apoyando sus iniciativas. Además, ve a la administración decidida a respaldar este sistema de vertebración educativa pese a la caída de la natalidad y destaca la implicación de las familias. «Mis mamis, porque sí que acuden muchas más mujeres que hombres, son geniales, todo lo que te diga es poco», resalta.

"Trabajas con cercanía y muy conectado con el entorno que nos rodea"

Una visión amplia tiene Isidora Agredano, directora del CPR Maestro José Alcolea, que lleva 30 años en el centro y pertenece al ámbito de actuación del mismo, en concreto a la aldea de La Coronada. «Fue un acierto optar por la escuela rural. He estado cada vez más a gusto y más contenta. Trabajas con cercanía y muy conectado con el entorno que nos rodea», apunta. Valora mucho el grupo humano que conforma cada una de las sedes del centro, que abre sus dos o tres clases en cada aldea y luego reciben a los especialistas. La dificultad mayor reside en organizar un personal muy ajustado cuando surge alguna incidencia. Por lo demás, «todo ventajas», recalca.

En estos escenarios se acentúa lo vocacional de la profesión, quizás favorecido por unas circunstancias ideales de trabajo en el aula, para prestar la atención que merece a cada escolar.

Es el caso de Mª Magdalena Sillero, directora del CPR Iznájar Sur, que ha trabajado en muchos colegios (CEIP, Semi-D y CPR), tiene su destino definitivo en otro centro educativo, pero elige CPR. «Llevo ya 11 años en un colegio rural, realizando un trabajo que me encanta, y seguiré aquí mientras pueda», relata contundente Sillero. El balance que hace de su labor es magnífico, pues la baja ratio permite una mayor atención individualizada y cercana al alumnado, además de producirse el valioso aprendizaje colaborativo, ya que, al tener pocos alumnos y de diferentes edades, unos aprenden de otros, tanto aspectos del currículo como otra serie de valores.

«Desde el punto de vista personal, es un trabajo muy agradecido porque tenemos una ambiente muy familiar y cercano con nuestro alumnado y familia. Desde el punto de vista laboral es muy gratificante, pues llevamos un proceso de enseñanza-aprendizaje muy personalizado, llegando a conocer muy bien a cada niño o niña», indica. Lo mejor que tienen, añade, es que la enseñanza es muy personalizada y de aprendizaje mutuo y además disfrutan de muchas salidas al exterior para conocer el ámbito rural y relacionarlo con el currículo académico.

Algunos aspectos menos positivos

Sin embargo, también hay aspectos menos positivos. Por un lado, están muy limitados en ciertas actividades al ser tan pocos -por ejemplo, para desarrollar deportes de equipo-; y también son limitadas (al estar lejos de poblaciones más grandes) las posibilidades de los escolares de conocer nuevas experiencias. «Los centros, dentro de sus posibilidades, intentan realizar actividades extraescolares para el alumnado y sus familias, para que supla esta carencia y se enriquezcan, pero no es suficiente», confiesa la directora. Otro aspecto con el que tienen que lidiar es la falsa creencia de trabajo cómodo. «Desde fuera se piensan que, al tener pocos niños, apenas trabajamos, y no es así. Es muy exigente atender a distintos alumnos de diferentes edades y niveles en un mismo aula. Requiere buena organización y una programación muy detallada para que todo el alumnado esté atendido a la vez», argumenta.

Por otra parte, su trabajo conlleva riesgos extra, pues el profesorado se ha de desplazar de una aldea a otra para impartir su especialidad, tratando con factores como los trayectos por carreteras estrechas, el posible cruce de fauna autóctona, las inclemencias meteorológicas o el tráfico intenso y especial.

¿Peligro de extinción?

En el apartado de necesidades, lo principal que falta en los CPR es alumnado, aunque en unos más que en otros. Según la experiencia en Iznájar, apenas hay niños de la misma edad, y el hecho de ser tan dispares entre ellos dificulta forjar amistades sólidas, con sus mismos intereses o entretenimiento. La inquietante sombra de la desaparición planea sobre sus cabezas y Sillero admite que, centros como el suyo, están en peligro de extinción. «Cada vez tenemos menos matrículas, las aldeas son muy pequeñas y hay poca oferta laboral, por lo que los jóvenes se van a poblaciones con mejores expectativas laborales», expone.

Para paliar esta situación y hacer estos CPR viables y su existencia, permanente, miran menos a la educación y más al empleo. Estos centros reclaman medidas que favorezcan oportunidades de futuro: «que la autoridades pertinentes oferten mejores condiciones de trabajo y viviendas para animar a gente joven a quedarse en su pueblo, donde se vive con mucha paz y tranquilidad». En definitiva, cualquier persona que trabaje o haya trabajado en colegios públicos rurales habla maravillas de ellos. Son centros enriquecedores donde el triunvirato (profesorado-alumnado-familia) trabaja y avanza conjuntamente.

El objetivo esencial que persiguen, según sus propias palabras, es que los niños se pongan la sonrisa en clase y se vayan a casa con ella puesta. Para terminar el reportaje igual que empezó queda la frase: «todo docente debería trabajar alguna vez en un CPR». Lo dicen docentes expertos en la materia y con conocimiento de causa. Dense prisa, les están esperando, aunque no sabemos por cuánto tiempo…

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