MAESTROS

Ser maestro, Ser maestra

Alumnos en clase.

Alumnos en clase. / CÓRDOBA

Isabel Agüera

Isabel Agüera

En fechas pasadas se celebró el Día del Maestro, que hoy es solo un recuerdo, al menos en nuestra Autonomía. Creo que si hay Día que celebrar y divulgar por todos los medios debería ser precisamente este dedicado a homenajear la figura del maestro, a su trabajo, tan básico, necesario y trascendente. Es por eso que a maestros y maestras, artífices del futuro, sembradores de sueños que culminarán en realidades no muy lejanas, les dedico este espacio con sencillas reflexiones plasmadas en una de mis obras y dedicada al magisterio. Ser maestro es, ante todo, entender que los alumnos no son sumandos de una suma, luego jamás se les podrá aplicar el signo del igual. Ser maestro/a es ser manantial de donde fluya la ilusión y el amor como agua fresca donde todos los alumnos, sin excepción, puedan saciar su sed. Ser maestro/a es tener capacidad de inventar la escuela cada día, de crear el hábitat donde cada «planta» encuentre su microsistema para crecer y multiplicarse. Un maestro debe metamorfosear en sueños todo lo que pasa por sus manos porque ser maestro/a implica, incluso, sacar de la nada. Cuando un alumno se torna silencioso, su maestro debería echarse a temblar porque ese discurso es una vociferante acusación a nuestra posible sordera. Para un maestro no debería importar tanto la lección como la ilusión de cada día. Un maestro/a debe procurar que sus alumnos sean felices, sean ellos mismos, creciendo en autoestima, creatividad, valores, conocimientos..., porque si son copia de sus maestros, ¿qué mostrarán cuando se les exija el original? Convertir la enseñanza en maratón es, sencillamente, convertirla en fracasos. Un maestro debe enseñar a pensar y no a qué pensar. Finalmente: El alma de un maestro/a debe ser tan universal que no haya puertas cerradas a nadie, a nada sino cielo despejado donde luzcan el sol de la esperanza en las mañanas, donde luzcan estrellas y lunas en negras y desérticas noches.

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