Cuando nuestros hijos lloran y sus pequeños ojos se inundan de lágrimas, daríamos todo lo que está en nuestras manos para poder evitarles la pena. No nos sentimos cómodos cuando la gente de nuestro alrededor muestra emociones que consideramos “negativas”, especialmente si son nuestros hijos, y por eso intentamos evitarlas a toda costa.

No pasa nada” o “no llores” son solo algunos ejemplos de frases que usamos cuando vemos a los niños y niñas llorar. Pero, ¿qué implicaciones tienen este tipo de mensajes? ¿Realmente les estamos ayudando a que se calmen?

Negar las emociones no las hace desaparecer

El psicólogo Rafa Guerrero explica que nos pasamos la vida diciendo a nuestros hijos: “No llores, por favor”. Y hacemos esto porque “tenemos mucho miedo y no sabemos gestionarlo”, indica el psicólogo. Pero es muy importante que validemos y respetemos las emociones de nuestros hijos e hijas, para que a través de la conexión y la legitimación de las mismas, podamos ser capaces de reconducirlas.

Negando las emociones de nuestros hijos aprenden que no deben expresarlas, sino reprimirlas Pexels

Diciendo a los niños que “no pasa nada”, cuando para ellos sí pasa y les está afectando, solo conseguimos negar su emoción y le mandamos el mensaje de que, cuando les surjan este tipo de emociones (como la tristeza, la rabia, el enfado, la frustración…) la solución es no expresarlas. Eso no va a significar que dejen de sentirlas, sino que, cuando las sientan, habrán aprendido a reprimirlas.

Begoña Ibarrola, psicóloga experta en educación emocional, apunta que “muchos problemas de no tolerar la frustración se deben a que se reprime el enfado que conlleva”. Por eso es tan importante, como señala la psicóloga, “legitimar las emociones que sienten nuestros hijos, acompañarles, celebrar la alegría, consolar la tristeza, entender el enfado, dar confianza ante el miedo y no ridiculizar ni reprimir las emociones”.

La metáfora del interruptor de las emociones

Rafa Guerrero utiliza una metáfora para explicar dos modelos de gestión emocional: el modelo ON y el modelo OFF. En el primero, las emociones están “encendidas”, es decir, en casa se expresan las emociones, se legitiman, se entienden… En el segundo, por el contrario, “las emociones no tienen cabida”.

Respecto al modelo OFF, el psicólogo aclara que “lo que no se nombra, no existe. Por lo tanto, si un niño se está desarrollando en un contexto en el que las conversaciones giran alrededor de cualquier cosa excepto la expresión de la emoción, vamos mal”.

Con el modelo OFF no estamos permitiendo a nuestros hijos que experimenten ciertas emociones. Rafa nos pone un ejemplo: “Cuando yo acompaño a mi hijo a dormir y mi hijo me dice: papá tengo mucho miedo porque va a venir el lobo y me va a comer, si yo voy y le niego esa emoción, lo estoy haciendo con muy buena intención, seguro, pero estamos yendo en contra, ninguneado y eliminando al niño”.

“Si tu hijo te está diciendo -porque las emociones son subjetivas- que siente miedo, no hay nada que medir, no hay nada que buscar: siente miedo, esa es su realidad y no le estamos escuchando”, sentencia Rafa.

La importancia de la educación emocional

Como nos recuerda Begoña Ibarrola, “una buena gestión emocional aporta bienestar y ayuda a prevenir trastornos. A medida que enseñamos a nuestros hijos a manejar su mundo emocional, les estamos dando recursos y estrategias para saber qué pueden hacer cuando se sientan atemorizados o tristes, qué potencial tiene esa tristeza, y también cómo ayudarles a salir de esa ella (estaremos previniendo una depresión)”.

“Tenemos que transmitir a nuestros hijos que pueden sentir cualquier cosa, pero no pueden hacer cualquier cosa con lo que sienten".

Eva Bach - Experta en inteligencia emocional

Validar todas las emociones y permitir su expresión no quiere decir que puedan expresarlas de cualquier manera. Es decir, pueden sentir enfado, pero eso no les da vía libre para pegar a su hermana, por poner un ejemplo. Por eso muy importante que, como explica Eva Bach en este curso sobre educar con inteligencia emocional: “Tenemos que transmitir a nuestros hijos que pueden sentir cualquier cosa, pero no pueden hacer cualquier cosa con lo que sienten".

La heterorregulación de las emociones

En lugar de negar o invalidar las emociones de niños y niñas, debemos ayudarles a gestionarlas. “Muchas veces pretendemos que los niños y niñas sean capaces de regular sus emociones y controlarlas por sí mismos, pero realmente somos nosotros quienes, desde la calma, tenemos que ayudarles a llevar a cabo esa regulación y proporcionarles estrategias para ayudarles a encontrar ese equilibrio. Y esto es la heterorregulación. Rafa Guerrero pone un ejemplo buenísimo para que entendamos esto:

“Imaginemos que llega nuestra pareja a casa llorando y nos dice que le han despedido del trabajo. En este supuesto, no tendría ningún sentido decirle: pues te vas ahora mismo a tu habitación, actualizas el currículum y hasta que no encuentres trabajo, no sales. Sin embargo, esto lo hacemos constantemente con los niños, les obligamos a que salven determinadas situaciones ellos solos. Pero solamente aprenderán a regular las emociones si sus adultos de referencia les ayudan a calmar esas emociones”.