El clásico sonido de la tiza al rozar con la pizarra que se escuchaba en cualquier aula universitaria en sintonía con las lecciones del profesor ha sido sustituido por el de las teclas de ordenador. El profesor sigue hablando y los alumnos tomando apuntes pero la dinámica, el feedback y las herramientas difieren mucho a las de hace unas cuantas décadas. Al igual que hace 30 años, hay alumnos atentos, otros más despistados, que acuden a clase por obligación o que rara vez lo hacen. La diferencia es que en la actualidad los estudiantes tienen la ventaja de tener un dispositivo electrónico a su alcance para sacar partido a las clases y beneficiarse del tiempo que duran, pero este es también una arma de doble filo, ya que, en ocasiones, puede resultar tentador para la distracción de los jóvenes

«La Universidad de Córdoba, en la actualidad, ofrece muchas posibilidades más allá de la vida académica como son los deportes, debates, aulas de software libre, etc», comenta el presidente del Consejo de Estudiantes (CEUCO) de la Universidad de Córdoba (UCO), Juan José Morente, que al hilo de sus estudios de ingeniería encabeza la parte más reivindicativa de la institución académica. La UCO ha crecido y fruto de ello han surgido problemas de espacio, sobre todo en las facultades del centro. En el curso 1986-1987 la Universidad tenía 14.138 alumnos y ahora, solo los alumnos de grado superan los 14.000. Cifra a la que hay que sumar los 2.223 matriculados en máster y los 1.464 doctorandos. 

Los centros ofrecen cada vez más alternativas anexas a las clases y a lo académico

Varios antiguos alumnos que han pasado por los pupitres de la UCO coinciden en que el cambio más destacado del alumnado es su capacidad de manejar las tecnologías y su labor digitalizada. La dinámica de las clases ha cambiado como lo ha hecho la tecnología pero el trabajo es el mismo, escuchar y tomar apuntes, aunque con cambio de soporte. Desde hace unos años, las aulas cuentan con todo tipo de recursos como pizarras digitales, conexión a Internet y alumnos con conocimientos sobre todo ello. En marzo de 2020 no solo cambió el soporte, también el escenario. De repente, el alumno se tuvo que adaptar a un profesor que explicaba a través de una pantalla, a levantar la mano con las herramientas digitales y a activar micrófono para preguntar dudas. En este sentido, según apuntan varios estudiantes, la Universidad supo dar una respuesta eficaz. «Fue un cambio bastante duro pero los conocimientos se siguieron impartiendo igual y no hubo problema», dice Morente. En lo que más se notó el cambio es en la forma de relacionarse dentro de las facultades, «tanto estudiante-profesor como entre los estudiantes porque el primer año es cuando se forman los grupos, conoces a gente en clase... Así, la promoción que entró en el plena pandemia no ha llegado todavía a conocer bien la Universidad. En general, les está costando adaptarse», argumenta el presidente de CEUCO. Además, hay profesores que todavía siguen sin contar la asistencia o que dan alternativas de clases on line para dar cierta facilidad, por lo que algunos acuden menos a clase.