A estas alturas de año de formación del profesorado, tras infinidad de cursos, lecturas de obras pedagógicas y psicológicas, seminarios, congresos, etcétera, me da la impresión de que todo queda en la llamada agua de borrajas, porque siguen pasando cosas, comportamientos por parte de algunos maestros y profesores, que me sorprenden y casi paso a no creer. Hace poco me comentaba un padre no saber qué hacer con su hijo en el instituto, que cada día le traía una nota del profesor: no atiende, habla con los compañeros, coge el móvil... El tema de las notitas para los padres y usando como portadores a los propios niños, para empezar, me parece un tremendo error, porque las palabras tan negativas que el maestro ha escrito en ellas, jamás deberían ser conocidas por los niños que a tan corta edad comenzarán a identificarse con lo negativo que hay escrito en ellas y que, si acaso, solo deberían conocer los padres. Recurso nefasto, desde mi punto de vista, pero hoy me veo casi obligada a escribir una notita a la señora ministra de Educación y en ella, mi respeto, pero también mis quejas como «madre o padre» que son de nuestros alumnos: una clase, más bien pequeña, no es el lugar más seguro para veinte o treinta alumnos.

El profesorado tiene también derecho a proteger su salud. Los alumnos no están vacunados. Los centros educativos no son guarderías. El frío y la ventilación es algo insufrible. Los maestros pasan horas y horas sin cesar de corregir, explicar..., con mascarillas de nada. Clases enteras confinadas por contagios... Señora ministra, esta que le manda notitas lleva años jubilada, pero ama tanto al magisterio, valora tanto la educación a la que ha dedicado su vida que, nada relacionado con estos temas, le es indiferente. Y por supuesto son muchas más las notas que le mandaría, si bien, desde el privilegio de esta columna de cuarenta años, se las mando cada semana, pero entiendo que sean poca cosa para llegar a usted tan ocupada con su ministerio.