Corrían los años setenta cuando una niña de diez años me hizo una pregunta sobre el sexo que en aquel momento no supe si debía o no contestar. Reuní a los padres y les propuse que libremente se pronunciaran acerca de la conveniencia o no de que yo les explicara a los alumnos, a sus hijos, aquellas cosas elementales que a su edad deberían saber y, por unanimidad, acordaron que sí, ya que ellos no sabían cómo hacerlo.

Han pasado muchos años y siempre he dado respuesta a curiosidades e inquietudes propias de la edad. Resulta que a estas alturas, el tema se torna polémico y político. Copio textualmente: según la Unesco, -año 2010- hay que dar a las personas jóvenes el conocimiento, las habilidades, actitudes y valores que n ecesitan para definir y disfrutar de su sexualidad (física y emocional) individual o en relaciones. Del mismo modo, según la OMS (2002), los programas de educación sexual deberían iniciarse tempranamente, ser específicos para cada edad y constituir una actividad continua de promoción de la salud druante los años escolares.

De aquí que la polémica levantada al respecto por el tema del que tanto se habla en estos días me resulte casi irrisoria e infantil. Una educación integral que deben recibir los alumnos no puede pasar por alto temas de tan gran trascendencia y máxime en estos tiempos en los que los niños desde sumóvil o Tablet tiene acceso a todo tipo de información o desinformación, diría yo, porque son temas que les despiertan gran curiosidad y la mayoría de las veces aprenden y saben por amigos que hasta les indican páginas con contenido pornográfico.

Y no hablo de memoria, sino que podría citar casos concretos y reales. Más de veinte años tenía yo cuando supe algo sobre el tema con las consecuencias negativas propias de tal ignorancia. Entonces, ¿qué deseamos regresar a lo poco que hemos avanzado?.