Hace cuatro años, asumí mi mandato como comisaria europea con un cometido claro: lograr que más personas, jóvenes y mayores, tuvieran empleo. Desde entonces, se han creado casi 12 millones de puestos de trabajo. Hay más personas que nunca (239 millones) con una actividad laboral. El desempleo juvenil, a pesar de ser todavía demasiado elevado, está en el nivel más bajo jamás registrado. Hay mucho de lo que enorgullecerse, pero todavía queda trabajo por hacer.

La digitalización y la automatización, que avanzan hacia una economía baja en carbono, están cambiando nuestra manera de vivir y trabajar. Este cambio llega acompañado de nuevas oportunidades, pero también de nuevos desafíos. El pilar europeo de derechos sociales es nuestra brújula para hacer frente a estos desafíos y mantener nuestros logros sociales en un mundo en rápida evolución. No es casualidad que el primer principio del pilar sea educación, formación y aprendizaje permanente: para este nuevo mercado laboral y estas nuevas tareas y actividades profesionales serán necesarias nuevas capacidades.

Estoy convencida de que la formación profesional en Europa puede contribuir a aportarnos las capacidades que responden a las necesidades de nuestro mundo en rápida transformación. Y sin embargo, con demasiada frecuencia, los jóvenes y sus padres tienden a considerar la formación profesional como una segunda opción frente a otras vías educativas. Al mismo tiempo, para las personas que ya trabajan o buscan un empleo, la formación profesional no es la opción más obvia que les viene a la mente para mejorar las capacidades y las perspectivas de empleo.

Quiero convencer a los estudiantes, los padres, las personas que buscan empleo y los trabajadores de que la formación profesional es el mejor trampolín hacia el empleo. El 75% de los estudiantes recientes de estas formaciones encuentran trabajo poco tiempo después de obtener el título. Este éxito nos muestra que la formación profesional enseña a las personas las capacidades que responden a las necesidades actuales de las empresas.

Por ello, la Comisión Europea organiza, por tercera vez, la Semana Europea de la Capacitación Profesional. Con cientos de eventos y actividades celebrándose en toda Europa, esta reunión anual lleva la formación profesional al primer plano. En el 2017 el desempleo juvenil en España bajó para situarse en el 38,6%, pero sigue siendo uno de los más altos de Europa. Por ello, me complace comprobar que se están llevando a cabo las reformas necesarias a nivel nacional y regional para que quienes hayan obtenido un diploma de educación y formación profesionales (EFP) puedan tener más posibilidades de encontrar trabajo. Además, la tasa de participación de los adultos en actividades de aprendizaje, del 9,9% en España, se aproxima actualmente a la media de la UE, que es del 10,9%. Espero que la Semana Europea de la Formación Profesional sea una plataforma provechosa para compartir buenas prácticas con otros Estados miembros de la UE.

Invito a España a unirse a nosotros para demostrar que la formación profesional es la referencia en materia de educación y para hacer de la Semana Europea de la Capacitación Profesional un éxito aún mayor que en años anteriores. Debemos mostrar que la formación profesional transforma de forma positiva las trayectorias profesionales y las vidas de las personas.

(*) Comisaria europea de Empleo, Asuntos Sociales, Capacidades y Movilidad Laboral