No hacía falta que lo dijera el Informe Pisa. Los profesores sabemos que el interés del alumnado en Educación Secundaria por la ciencia se encuentra bajo mínimos. Paradójicamente, la sociedad mundial vive lo que se llama la "era de la Ciencia" y. sin embargo, hay muy poco interés por saber cómo funciona. Vivimos rodeados de aparatos científicos, de artefactos diseñados por altos especialistas (ordenadores, móviles, electrodomésticos..) y, sin embargo, es grande el desinterés por desentrañar los principios científicos que los hacen posibles. En una cultura de "usar y tirar" no es fácil suscitar el interés por la Ciencia.

Es curioso que se suele considerar analfabeto al que no sabe leer y escribir, o no sabe quien escribió el Quijote o descubrió América. Pero no se da importancia a que mucha gente no sabe quién era Isaac Newton o que contribución a la mejora de la sociedad hizo Galileo.

La finalidad de la enseñanza de las ciencias ha ido variando a lo largo de las últimas décadas, a medida que se ha ido logrando una mayor equidad en la enseñanza, es decir, a medida que se ha ido extendiendo la educación a niveles más amplios de la población.

Si en un principio se consideraba, y aún hoy se sigue considerando de una manera implícita por un elevado porcentaje del profesorado, que dicha finalidad era formar futuros científicos, en este momento, en mi opinión, los objetivos de dicha enseñanza deben ser educar científicamente a la población para que sea consciente de los problemas del mundo y de su posibilidad de actuación sobre los mismos, de su capacidad de modificar situaciones, incluso ampliamente aceptadas.

Esta finalidad de la enseñanza de las ciencias, desde mi punto de vista, no solo es aplicable a la Educación Secundaria, sino también a la Universitaria. Los científicos no deben olvidar en su trabajo diario las implicaciones sociales de la ciencia y su faceta de ciudadanos, y esta formación la deben recibir paralelamente a su preparación científica.

El significado que para mí tiene esta educación científica queda reflejada en las siguientes palabras: "formar ciudadanos científicamente cultos no significa hoy dotarles solo de un lenguaje, el científico -en sí ya bastante complejo- sino enseñarles a desmitificar y decodificar las creencias adheridas a la ciencia y a los científicos, prescindir de su aparente neutralidad, entrar en las cuestiones epistemológicas y en las terribles desigualdades ocasionadas por el mal uso de la ciencia y sus condicionantes socio-políticos".

Hoy se suele usar un término que va teniendo más uso: el de "alfabetización científica". ¿Qué se quiere decir con alfabetización científica?

Si durante mucho tiempo se ha estado muy preocupado y se sigue estando por el tema de la alfabetización, es decir, por conseguir unos niveles mínimos de conocimientos entre la población, la alfabetización científica supone lo mismo, pero desde el campo científico. Es necesario que la población tenga unos niveles mínimos de conocimientos científicos para poder participar democráticamente en la sociedad, es decir, para poder ejercer una ciudadanía responsable.

La llamada alfabetización científica es una exigencia de la educación para la ciudadanía (con minúscula, porque no se refiere a la asignatura sino a algo más amplio como es formar ciudadanos libres, responsables y solidarios).

Si en los años ochenta del siglo XX los educadores se decantaban hacia la Ciencia-Tecnología-Sociedad, en la década de los noventa el interés se centró en la educación científica para todos como una exigencia de la plena participación de todos en una sociedad libre.

Se llegó al convencimiento por parte de las instancias educativas internacionales de que la llamada "alfabetización científica", la extensión a todos los ciudadanos de unos conocimientos básicos de ciencias, formaba parte esencial de la cultura de nuestros días. "Ciencia para todos", parecía ser el eslogan de moda. Ojalá no quede solo en una frase brillante.