Estudiando Bachillerato, una profesora de Historia comentaba en clase: "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer", y aunque lo decía como alabanza para las mujeres, recuerdo la rebeldía que sentí ante el comentario, ¿acaso estábamos destinadas a estar siempre en segundo plano? Así ha sido durante muchos siglos y sigue siendo en la mayor parte del mundo. También en el campo de la Ciencia.

En una entrevista radiofónica, Rosario Heras, presidenta de la Real Sociedad Española de Física, primera y única "mujer científica" que la preside en sus más de cien años de historia, afirmaba que en la investigación actual no existía discriminación entre hombres y mujeres.

Sin duda, es una buena noticia cuyo análisis dejaré para otro momento. Ahora quiero recordar a esas mujeres que en la historia de la ciencia han estado "detrás de un gran hombre", que se ha llevado todo el mérito, recibiendo acaso solo unas migajas de reconocimiento, siempre tardío.

Este año, 2011, en el que celebramos el Año Internacional de la Química, conviene nombrar y honrar a Lavoisier, científico del siglo XVIII. En los libros de texto de nuestros alumnos se habla de él como padre de la Química moderna, ni una palabra de su señora, Marie Anne, que trabajó siempre con él en sus investigaciones.

Ella era, con sus conocimientos de idiomas, quien traducía los trabajos de otros investigadores, y hay que "saber de un tema para poder entenderlo". Ella hacía los informes y dibujaba exquisitamente los aparatos y experimentos realizados para que se pudieran reproducir. Los que trabajamos en el laboratorio con los alumnos, sabemos que los informes no los hace "la secretaria" precisamente, un alumno que no ha entendido el trabajo experimental realizado hace un pésimo informe del mismo.

En sus salones, ella dirigía una tertulia científica, tan de moda en la época, y para eso tenía que estar muy familiarizada con estas cuestiones. Son muchos los que consideran que el mérito fue compartido, que ambos trabajaron conjuntamente para provocar la transición de la Alquimia a la Química, al introducir en sus experimentos las reglas de la ciencia. ¿Hasta cuando la mantendremos en la sombra?

Igualmente, son dolorosos los casos de científicas a las que sus colegas hombres les han robado el mérito de sus investigaciones solo por ser mujeres.

Especialmente significativo es el caso de Rosalind Franklin, (1920- 1958), hija de una familia donde las mujeres iban a la universidad, entró en Cambridge en 1941 para estudiar Ciencias, con la oposición paterna. ¿No eran las Ciencias apropiadas para una señorita? Obtuvo un título universitario en Física, Química y Matemáticas. En esos años, a las mujeres, Cambridge no les otorgaba el grado de Licenciado, no las consideraba parte del claustro y limitaba el número de doctorandas a un 10% como mucho.

Se especializó en técnicas de rayos X, que aplicó al estudio de la molécula de ADN y así obtuvo su famosa foto 51 . Wilkins que trabajaba en el mismo centro y el mismo campo y era profundamente misógino, le robó la foto y se la enseñó a sus competidores Watson y Crick.

Rosalind aportó, con esa foto, unos datos decisivos para que Watson y Crick formularan en 1953 el modelo de doble hélice que describe la estructura del ADN, uno de los hitos de la Biología del siglo XX. Pese a ello, no fue premiada con el Nóbel, que le concedieron a los otros tres en 1962.

Había fallecido en 1958 a causa de un cáncer, probablemente producido por su exposición a los rayos X y no se concede este premio a titulo póstumo. Lo más patético y triste, es que al recibir el galardón ninguno de ellos reconoció la contribución de Rosalind en el descubrimiento.

Sirvan estas pocas líneas para honrar la memoria de las numerosas mujeres que, en el pasado, han contribuido de forma anónima en la construcción de esa obra colectiva que llamamos Ciencia.