Si en la Facultad de Veterinaria de Córdoba, se pregunta por Dolores Gómez Jordano, es probable que muchos de sus miembros no sepan contestar. Si se pregunta por Lolita, la cosa cambia porque ahora ya, todos los que cada día gastamos nuestra jornada en este centro universitario, al menos los que tenemos cierta edad, evocamos la figura amable y en cierto modo enérgica de la que fue jefa de la Secretaría durante mucho tiempo.

Dolores Gómez Jordano, como indicaba su esquela funeraria fue Funcionaria (con mayúscula) de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba. Eso sólo quiso poner la familia. Implícitamente se quería decir que muchos, más de cuarenta, años de su vida los entregó con la abnegación y celo que sólo son patrimonio de aquellos funcionarios de antes que cifraban su honor, y su pundonor en el servicio prestado con eficacia, precisión, legalidad, y también con orgullo.

Si los cementerios están llenos de personajes imprescindibles, es verdad que Lolita ha ido a aumentar esa nómina. En algunos momentos, la Secretaría de la Facultad de Veterinaria se habría colapsado si Lolita hubiera desaparecido inesperada y prematuramente por una mala jugada del destino. Afortunadamente no fue así, desarrolló una larga y fecunda vida laboral.

Lolita perteneció y contribuyó a formar una estirpe de funcionarios cuya rectitud y rigor, a lo peor a veces excesivos, fueron el distintivo ineludible, que a modo de puntales permitieron que la Secretaría de la Facultad de Veterinaria de Córdoba fuera un referente obligado dentro de la Administración universitaria. Ella sabía, e ilustraba a la mayoría de los secretarios, y también de los decanos veterinarios.

Su amorosa dedicación al trabajo, que a veces la hacía caer en la desesperación de ver como las cosas no se hacían como debían ser hechas, le granjeó, no sólo el cariño, sino el respeto, de la mayoría de los trabajadores de la Facultad de Veterinaria, que masivamente asistieron al acto de homenaje que con motivo de su jubilación se celebró en el Círculo de la Amistad.

La Facultad de Veterinaria, a veces tan pudorosa para mostrar sus sentimientos, no dudó en reconocer el tributo que Lolita pagó con su dedicación. Y por eso, con el apoyo de todos los decanos y secretarios, y fueron muchos, bajo cuyo mandato trabajó, la facultad pidió para ella la Cruz de Alfonso X el Sabio, aunque lamentablemente el expediente se paralizó en la Junta de Gobierno de la Universidad con la excusa de no crear, ¿con quién? agravios comparativos.

No obstante, y eso para Lolita fue siempre el mayor motivo de orgullo, nadie pudo parar a la Junta de Facultad que, en octubre de 1986, unánimemente acordó concederle la primera Medalla de Oro de la Facultad de Veterinaria, distinción que después se otorgó a ilustres profesores de la Escuela de Veterinaria de Hannover y a la propia Ciudad de Córdoba y desde entonces, sólo a conspícuos catedráticos de la Facultad de Veterinaria y profesionales de especial relevancia en sus relaciones con el centro. El once de febrero de 1988 con el aplauso de todos la recibió emocionada.

Dolores Gómez Jordano, Lolita, funcionaria, amiga, te has ido ya a disfrutar de esas vacaciones extra que siempre te mereciste por tu dedicación. Que la tierra te sea leve.