Todavía resulta difícil conseguir que en el sector de los agricultores, de los más recelosos a la modernización de su oficio, sea bien vista la incorporación de las nuevas tecnologías a las tradicionales herramientas de cultivo, caso de tractores y sembradoras. Es preciso mostrarles en vivo que estas aplicaciones son fáciles de manejar y respetuosas con el medio ambiente.

Conscientes de ello, investigadores del grupo Mecanización y tecnología rural , que aparece con el código AGR--126 en el listado del Plan Andaluz de Investigación (PAI), organizaron el pasado 3 de marzo una jornada en Rabanales sobre sistemas de ayuda al guiado y guiado automático de tractores y máquinas, una de las tecnologías avanzadas en agricultura de precisión y de conservación, dos prácticas que ellos agrupan en la agricultura sostenible, su línea de trabajo principal.

Aparatos y aplicaciones

El AGR--126 de la UCO es un equipo de trabajo compuesto por 12 investigadores dirigidos por Jesús Antonio Gil Ribes, catedrático de Ingeniería Agroforestal y profesor titular en la universidad cordobesa. Su campo de estudio es, desde que se constituyera en 1989, la mecanización agraria, un área "poco estudiada y escasamente considerada por la administración". La agricultura sostenible, bien de conservación --de los recursos--, bien de precisión o georreferenciada, es la principal línea de investigación, guiada por el propósito de colaborar a diseñar y divulgar una práctica agraria respetuosa con el medio y los recursos, pero adaptada a las nuevas tecnologías con la mecanización de sus tareas.

Son varios los equipos en los que, basándose en tecnología existente, han desarrollado aplicaciones diversas para hacerlos funcionar como apoyo a las tradicionales máquinas de trabajo en el campo. Un equipo que mide la compactación del suelo, neumáticos de baja presión que dañan poco el terreno, sembradoras preparadas para trabajar sobre rastrojos vegetales o tractores con equipos monitorizados que miden parámetros como velocidad, consumo, potencia y fuerza de tiro del vehículo, son ejemplos de la integración de unos aparatos que, si bien existen en el mercado por separado, "están dispersos y es necesario darles una aplicación y transferirlos al agricultor y a fabricantes de maquinaria".

Conocer el terreno

Si a estos equipos añadimos sistemas digitales de referenciación geográfica o GPS, el resultado es lo que ellos llaman agricultura de precisión. Así, con la sostenibilidad medioambiental siempre presente, trabajan en aplicaciones de "tecnología de distribución variable", que reparte las semillas, alimentos y plaguicidas a los cultivos sólo en las cantidades precisas , según sea la zona de la parcela.

Pero "antes de tomar decisiones hay que conocer el estado del terreno". Esta lógica lleva al AGR-126 a diseñar, con la ayuda de los GPS instalados en cosechadoras de algodón --el cultivo que, junto al olivar, les sirve de prueba en su trabajo de campo--, una serie de mapas con la información obtenida sobre la cantidad de producto recogido en cada zona, factor que, junto a otros parámetros, es un indicador del estado y las necesidades de siembra, abono y preparación del terreno. "De esta forma --apunta Gil--, el agricultor evita malgastar material y ahorra costes y contaminación".

Que vibre lo justo

La segunda de las líneas se centra en el olivar. Estudian, además de la distribución variable de herbicidas y plaguicidas, la recolección de aceitunas, que intentan racionalizar con equipos que, añadidos a los vibradores, miden su potencia para aprovecharla al máximo, buscando recoger más en el menor tiempo y con el mínimo daño al suelo posible. Tienen además una dilatada experiencia en la evaluación de los niveles de vibración y ruido en el trabajo de los tractoristas. (Más información en www.andaluciainvestiga.com).