Nos encontramos en un momento en el que la pandemia ha remitido claramente, como mínimo, en cuanto a número de víctimas mortales. Con todo, las secuelas que este virus global ha dejado en las personas siguen siendo invisibles. Lo que no sabemos, y es imposible de determinar, es el número de personas que se han quedado ancladas en una situación emocional complicada a causa de factores como la pérdida repentina de seres queridos -muchas de ellas sin siquiera la posibilidad de una despedida- el miedo a la muerte, a la pérdida del trabajo o la distancia laboral y personal causada por el teletrabajo obligatorio de los últimos meses.

Muchos directores de Recursos Humanos con los que he tenido la oportunidad de hablar, gracias a mi trabajo como consultor, coinciden en que acompañar a los empleados para superar todo el estrés y las secuelas emocionales que la pandemia ha dejado en ellos será la gran asignatura a cursar por parte de las empresas durante los dos próximos años. Sin embargo, me consta que todavía se trata de un gran problema silenciado, del que pocas compañías hablan abiertamente.

Para hacer frente a esta situación y reforzar la salud emocional de sus equipos, las empresas pueden implantar programas de Corporate Wellness que aporten a sus trabajadores las herramientas necesarias para combatir la fatiga que la pandemia les ha provocado y les ayude a ser más resilientes, dejando atrás este complejo panorama. Si bien, existen distintos programas de Corporate Wellness, todos se basan en cuatro principios básicos que todos podemos integrar en nuestra vida diaria. 

El primero consiste en dotar a los equipos de trabajo y a las personas de herramientas de gestión del estrés para saber reconocer cuando llegan las situaciones de tensión y, posteriormente, tratarlas. No hay nada peor que gestionar una situación de estrés sin saber qué te está pasando. Pero, cuando sabes autodiagnosticarte, la mitad del trabajo ya lo has hecho, pues ello también implica saberte regular. 

El orden es el segundo pilar sobre el que se sustenta un estado emocional saludable; clasificar y organizar bien el trabajo nos da paz mental. Para ello, es imprescindible ayudar a los equipos a establecer un orden de prioridades y objetivos en el trabajo, que les ayuden a sentir que tienen el control de la situación en todo momento. Además, para optimizar al máximo la jornada laboral es importante que el trabajador asigne parcelas de tiempo para cada tarea y elimine todos los posibles malversadores de su tiempo como, por ejemplo, atender llamadas personales en horas de trabajo, o seguir redes sociales que no tengan que ver con el ámbito profesional.

La alimentación consciente es, sin duda, el tercer elemento a integrar en nuestra rutina vital. Y es que, todo lo que ingerimos tiene un impacto positivo o negativo en nuestro organismo y, en consecuencia, en nuestro bienestar. Es primordial huir de los alimentos procesados y apostar por los de verdad y de buena calidad. Si tenemos dudas sobre qué escoger, podemos hacer el ejercicio de pensar en un alimento que uno mismo podría haber recolectado, cazado o pescado. Además, es importante aumentar la presencia de grasas saludables en la dieta como las semillas o los frutos secos; su consumo nos ayuda a tener una energía más estable durante todo el día. 

El cuarto elemento a trabajar es la educación postural y la del correcto descanso, con el fin de implantar en los equipos hábitos saludables y enseñarles a tomar posturas ergonómicas en el trabajo. También hay que desterrar falsos mitos como que estar sentado toda la mañana frente al ordenador, sin hacer una pausa, nos ayudará a rendir más. De hecho, es aconsejable, siempre que sea posible, dedicar, de cada hora laboral, cinco minutos a caminar por la oficina o bien aprovecharlos para realizar unos sencillos estiramientos o alguna pequeña tabla de ejercicios.

La resiliencia es la capacidad de soportar, afrontar y superar situaciones adversas y trágicas en el entorno social y laboral. Y, al contrario de lo que muchos creen, no se trata de una competencia personal innata de la que gozan unos cuantos optimistas privilegiados, se tiene que trabajar día a día y disponer de las herramientas para hacerlo.