La crisis de precios empieza a tensionar las arcas de muchas empresas, especialmente las de las más pequeñas. Los costes suben, el precio del dinero se encarece (e irá a más) y los pagadores buscan hacer del tiempo oro. Concretamente el tiempo de sus cobradores. Y es que las compañías con actividad en España están retrasando sus plazos de pago, invirtiendo una tendencia descendiente, en la que durante los últimos años estos se habían ido reduciendo. Así lo constata un informe publicado este domingo por la patronal Cepyme, que analiza las cuentas de la pequeña y mediana empresa durante el primer semestre del año y constata que, si bien los tiempos de cobro se están demorando, de momento no hay riesgo generalizado de impagos.

Las tensiones de tesorería no pesan igual sobre las espaldas de una gran corporación que sobre los de una pequeña y en España, país de pymes, el aumento de los plazos de pago supone un problema para más de una compañía. Estos se encuentran actualmente en el caso de las pequeñas empresas (entre 10 y 49 trabajadores) en 84,7 días, entre que dichas firmas emiten la factura y el receptor del producto o servicio la abona. Dicho plazo ha aumentado el 7,3% en el último año. En el caso de las medianas empresas (entre 50 y 249 trabajadores), esos plazos se han mantenido más estables y apenas han registrado un incremento del 0,5%, hasta los 84,8 días.

La morosidad, a diferencia de lo que supuso en la crisis del 2008, no es un problema. De momento. Según los datos de Cepyme, el 88,6% de las facturas de las pymes fueron pagadas en el tiempo pactado o con un retraso de menos de 30 días. Otros indicadores, de eslabones más débiles de la cadena de pagos como son los autónomos, empiezan a revelar síntomas negativos. Según el último barómetro de ATA -ligada a Cepyme a través de la gran patronal CEOE-, el 41,6% de trabajadores por cuenta propia afirman sufrir algún tipo de morosidad, un porcentaje que ha aumentado en casi 10 puntos durante el último año.

Endeudamiento al alza

Los datos de Cepyme no revelan grietas, por el momento, en la cadena de pagos. No obstante, los crecientes ratios de endeudamiento, en un contexto en el que los bancos centrales están encareciendo el dinero a base de subir los tipos, pueden desgastar ese porcentaje de puntualidad. "No hay que olvidar que, a un nivel de deuda todavía alto y, además, creciente, se sumará una carga adicional a las cuentas empresariales por el incremento de los tipos de interés", recuerdan desde la patronal.

La ratio de endeudamiento -medido como el pasivo total con relación al patrimonio neto- encadena cuatro trimestres seguidos al alza y en julio cerró en el 100%. Es decir, las pymes actualmente tienen tanta deuda como patrimonio, aunque entre las pequeñas la deuda está creciendo el doble que entre las medianas. "Es el nivel más elevado desde 2018 y resulta 12,7 puntos porcentuales mayor que un año antes", destacan los autores del informe.

La rentabilidad estancada

El informe de Cepyme detecta un aumento de ventas del 14%, respecto al año anterior. Algo que no ocurría desde los años 80 y que se explica por la escalada de la inflación. Es decir, no es que vendan mucho más, sino que ante la subida de precios sus facturaciones se encuentran en cifras récord. Aunque, por el otro lado, su cuenta de gastos también está subiendo. Y es que la facturación de las medianas crece más que las pequeñas.

No obstante, de la misma manera que aumentan los ingresos, también lo hacen los costes, que en el último año han crecido el 24% en global. Destaca especialmente el de la energía, que se ha encarecido el 113,7% en el último año para las pymes. Y el transporte, en menor medida, pero también también ha crecido, concretamente el 20,5%. Es el mayor aumento en dos décadas.

Lo que deja una rentabilidad neta sobre activo, es decir, la capacidad de generar ganancias de las pymes, estancada en el 2,8%; un nivel muy similar al de un año antes y que es inferior a cualquier dato registrado entre 2016 y 2020. Según el análisis de la patronal, ese déficit de rentabilidad respecto a los niveles previos a la pandemia se debe en "un 55% al menor nivel de actividad provocado por las medidas para combatir la pandemia y la aún incompleta recuperación y el 45% restante a la inflación que, al disparar los costes, afectó a los márgenes", según constatan los autores del estudio.