El deterioro del escenario económico lleva tiempo cambiando los análisis y recomendaciones en materia de inversión con una consigna casi generalizada: reducir la exposición al riesgo.
Y es que el endurecimiento de las condiciones monetarias, más rápido y contundente de lo supuesto -error de consideración según muchos agentes del mercado que consideran que los bancos centrales van tarde- ha puesto a las bolsas en niveles de máxima cautela.
El fenómeno es similar a ambos lados del Atlántico, quizá mayor en Estados Unidos por su adelanto en el ciclo. Sin embargo, hay otros analistas que consideran «de manual» mantenerse con vocación de medio y largo plazo e intentar abstraerse «del ruido» que actualmente invade los mercados.
Lo cierto es que lo fácil es ajustar las carteras en busca de una menor exposición a los activos de riesgo, pero también lo es que de las más de veinte familias de fondos de inversión disponibles todas acumulan rentabilidades negativas en lo que llevamos de año.
De hecho, con los últimos datos de Inverco correspondientes a agosto, la media de todas las categorías arroja una caída del 6,83 por ciento en los ocho primeros meses del año y hay que irse hasta los tres años de permanencia - de plazo- para recordar en muchas de ellas rentabilidades positivas.
Y es que, en lo que llevamos de año, las dos categorías más castigadas están siendo las de renta variable europea y de renta variable mixta, también europea.
Es fácil de ver en el comportamiento de los índices bursátiles del continente, las plazas que más están acusando los efectos de la situación. ¿Qué hacer entonces? Dependerá de su grado de aversión al riesgo y de como se miren las turbulencias del corto plazo sobre el horizonte del medio y largo. Casi mejor, el largo.
