Las economías europeas, salvo que se produzcan grandes sorpresas, van a mantener en 2022 un alto ritmo de crecimiento económico y generación de empleo, gracias al éxito en la vacunación, la aplicación de políticas económicas bien coordinadas y los fondos de Nueva Generación que, más allá de que beneficien en mayor medida a unos u otros países, refuerzan la confianza en las instituciones europeas.

Si miramos un poco más allá, los desafíos son importantes y exigen una respuesta estratégica decidida para que Europa siga ocupando un papel esencial en el mundo, a la altura de EEUU y China. Ya antes de la pandemia abordábamos una situación compleja caracterizada por el bajo crecimiento de la productividad, el envejecimiento de la población, el modo en que abordar la transición energética y los retos de todo orden ligados a un cambio tecnológico vertiginoso -en el que, además, tenemos mucho recorrido-, con implicaciones de todo orden.

La crisis pandémica, en la que aún estamos inmersos, además de sus graves consecuencias humanas, ha promovido cambios estructurales cuyo alcance es aún difícil de valorar, que van desde los cambios sectoriales, a la organización del trabajo y las empresas, pasando por el comportamiento del consumidor, el carácter de la globalización o los equilibrios geopolíticos.

A todo ello se suman los retos más coyunturales asociados al desarrollo de la propia pandemia y los problemas que ha creado en las cadenas de valor, sus consecuencias sobre la inflación y las disyuntivas que todo ello genera en las políticas económicas.

Los desafíos son de un calado enorme. Afrontamos un momento de cambio de los que sólo se producen cada varias décadas. Algunos, como la lucha contra la pandemia o contra el cambio climático exigen una respuesta que trasciende a Europa y otros demandan una acción propia de la Unión Europea. Todos requieren de un reforzamiento de la estructura institucional de la Unión, que permita defender nuestros intereses y actuar de manera coordinada. Las recientes elecciones en Alemania y los procesos electorales del próximo año en Francia y otros países, espero que generen un caldo de cultivo adecuado para ello. El sector empresarial, que ha mostrado una enorme capacidad de adaptación durante la pandemia necesita de un entorno institucional que nos permita competir globalmente.

España ha ganado presencia en Europa durante los últimos años y deberá seguir haciéndolo en el futuro para ser un agente decisivo en la configuración de esa Europa más unida y con mayor visión de futuro. Tuvimos un papel importante en la iniciativa de crear unos fondos verdaderamente europeos, los NGEU y estoy seguro de que seguiremos ganando protagonismo. Avanzar en las reformas estructurales que permitan mejorar nuestro potencial de crecer de forma sostenida y usar de forma eficaz los NGEU facilitará afrontar estos desafíos. Los retos son extraordinarios y también lo son nuestra capacidad y voluntad.