Sin duda, uno de los deseos más repetidos desde hace meses y más en los últimos días es que el año acabe de una vez.

La verdad es que marzo se ha hecho muy largo en todos los sentidos. Sobre todo para quienes han perdido a sus seres más cercanos y/o sufren o han sufrido gravemente por el virus, directamente o a través de otras patologías.

Pero también está siendo igualmente largo, y quedan meses, para quienes han perdido el negocio y el empleo, desprotegidos todos ante una ola de dimensiones imprevisibles que sigue revolcándonos.

Por eso, resulta inaceptable perder el tiempo y hacérselo perder a los demás, a la sociedad, con discusiones bizantinas que no tienen efectividad ninguna -en casos ya comprobados en otros países a los que siempre miramos, Alemania o Francia - y olvidarse del escaso o nulo alcance de medidas que sí son realmente necesarias.

Por ejemplo: ¿Qué ha sido de la renta mínima? Según los datos y las comparecencias, iba a llegar a 850.000 familias. Al final, se ha quedado en 160.000. ¿No es eso mucho más urgente e importante que elevar «apenas nueve euros» el SMI? Puestos a elegir entre la lógica y el «conflicto», está claro, clarísimo, donde está la respuesta correcta.