Tras el acuerdo para subir el SMI, el líder de UGT asegura que la semana próxima, en la prevista reunión entre el presidente del Gobierno y los agentes sociales, plantearán hablar «no, de diálogo social, sino de diálogos sociales».

—¿Cuáles serán los próximos pasos?

—Con un Gobierno de 22 ministerios se hace imprescindible abrir mesas de negociación. Hay que hablar de energía, industria y transición; también, de vivienda, pensiones, mínimo vital, formación y otras reformas.

—¿Cómo se abordará la reforma laboral?

—Hemos planteado a la ministra de Trabajo que haya diferentes fases. Una primera inmediata, de derogación del artículo 52-D del Estatuto de los Trabajadores, que permite el despido por acumulación de bajas. Aquí habrá una derogación pura y dura por lo que nos dice el Gobierno. Luego está el paquete de negociación colectiva, que tiene que ver con la ultraactividad de los convenios, la prevalencia del convenio del sector, y el descuelgue de las empresas. La mayoría de estas cuestiones también irá por la vía de derogación o por cambio de un nuevo texto acordado. Y hay un capítulo que requerirá una negociación más profunda, que tiene que ver con las causas del despido y medidas muy concretas para atajar la precariedad.

—¿La derogación del 52-D se hará al margen del diálogo social?

—Ya lo ha habido. No he visto una posición muy contraria de la patronal. Me parece muy inmoral que se despida por acumulación de bajas justificadas en un periodo de dos meses. Ni siquiera creo que la patronal pueda defender lo contrario. También he visto determinación en el Gobierno, en cuestiones como la reforma de la negociación colectiva, de cumplir el trámite del diálogo pero limitado en el tiempo y el programa con el que se presentaron a las elecciones. Dialogar durante un tiempo es bastante más de lo que hizo el PP con la reforma laboral, para la que ni siquiera fuimos consultados.

—¿El diálogo social será donde se dirimirán las diferencias en el Gobierno?

—Me parece que el diálogo social debería ayudar a abrir vías de diálogo, no dentro del Gobierno, sino en el Parlamento. El Gobierno tiene bien trabado su funcionamiento, que va más allá de lo que algunos desearían. Lo más interesante es ver si estos acuerdos ayudan a destensar la crispación de la vida parlamentaria y a entrar en una vía constructiva.