La visita a Pekín del ministro italiano de Economía, Giovanni Tria, a finales de agosto, no fue exactamente casual. A pocos días de su viaje, el Gobierno italiano constituyó un ‘equipo de trabajo especial’ dedicado exclusivamente a China. Este organismo tendrá funciones “operativas”, destinadas a “reforzar la relación económica y comercial” entre Italia y el gigante asiático, informó el Ministerio de Desarrollo Económico, que lidera el vicepresidente Luigi Di Maio. Una manifestación de interés inédita para un Ejecutivo de un país que hasta ahora no ha mirado con demasiada atención hacia Asia y que coincide con el tintineo de dinero procedente de esa región y que se dirige a Italia.

En diciembre pasado, el gigante tecnológico chino ZTE se hizo con un proyecto para desarrollar un ‘hub’ de tecnología 5G en Italia, a través de un plan de inversiones anunciado de 600 millones de euros para los próximos cinco años. Huawei, competidor de ZTE, emprendió, a comienzos de este año, una colaboración con Telecom Italia (TIM) y Fastweb, dos grandes empresas italianas de telecomunicaciones, para consolidarse en ese sector. Y Xiaomi, la ‘Apple china’, abrió en mayo en el país su primera tienda monomarca en Arese, cerca de Milán.

Países tan diversos como Filipinas y Japón también se encuentran en la lista de naciones con empresas asiáticas que están invirtiendo, o han anunciado planes de inversión, en Italia. Otro ejemplo es la filipina Jollibee, una de las cadenas de ‘fast food’ más populares de Asia, que en marzo inauguró su primer restaurante europeo en Milán, a pocos pasos del famoso Duomo de la ciudad. Mientras que la marca textil japonesa Uniqlo también ha anunciado la apertura de una tienda en la capital financiera del país.

INVERSIONES MULTISECTORIALES

Un panorama que confirma, mejorándolo, la evolución de las inversiones asiáticas en Italia que, en los años, se han dirigido a distintos ámbitos, desde las infraestructuras hasta el sector de los servicios. Véase el ejemplo de China. De acuerdo con un estudio publicado en 2017 por el instituto China Studies de Berlín y el grupo de asesoría Rhodium Group, Italia obtuvo 12.800 millones de euros en inversiones chinas entre el año 2000 y el 2016. Y todo ello, antes de que empezara la guerra comercial de Estados Unidos con China, que ha hecho disparar aún más el interés de Pekín por expandirse en nuevos mercados.

Una analista especializada en Relaciones Internacionales y China resume así la interpretación que hacen en los pasillos del mundo económico italiano. “Hace 10 años, China empezó a invertir significativamente en Europa y, hace cinco años, planificó el proyecto de la nueva ruta de la Seda, de la que Italia debía ser una parte importante, lo que aumentó los flujos hacia nuestro país”, explica Silvia Menegazzi, profesora de la Universidad Luiss de Roma. “Sin embargo, lo cierto es que estos resultados podrían haber sido mejores, puesto que Italia se quedó por detrás de otros países, como Alemania. Y esto a causa de que no hubo una reacción rápida de parte de la clase política y empresarial italiana. Eso es lo que parece estar cambiando”, añade Menegazzi.

CAMBIO DE TENDENCIA

Ese, de hecho, es uno de los cambios de tendencia del último año, según algunos expertos. Que se manifieste un esfuerzo público para atraer a los capitales chinos y asiáticos. Otra prueba está en la visita anunciada a Pekín de otro ministro italiano, Luigi Di Maio, el titular de Desarrollo Económico, quien ha anunciado que viajará en las próximas semanas. Algo que, además, Di Maio hará respaldado por el hecho de haber incluido en su equipo a economistas que conocen el país de cerca, en particular el subsecretario Michele Geraci, cercano a la Liga de Matteo Salvini y quien ha estado unos 10 años enseñando finanzas en tres universidades chinas.

Unas circunstancias que incluso ha hecho circular el rumor de que Pekín podría estar interesado en comprar parte de la deuda pública italiana en 2019 —asunto que no ha descartado el embajador chino en Roma, Li Ruiyu—, la cual paradójicamente también ha despertado el apetito de la administración de Donald Trump, según ha ventilado la prensa italiana. Aún así las maniobras más contundentes, de momento, parecen las que se dirigen a Pekín, donde “el objetivo del Gobierno es mejorar la relación comercial, aunque no se descarten otras colaboraciones”, explicaba, en una conversación esta semana con esta periodista, un alto cargo del Movimiento Cinco Estrellas (M5S), el partido de Di Maio. Unas maniobras destinadas, según algunos, también a encontrar dinero para financiar algunos costosos proyectos del Gobierno italiano, como la implementación de la 'flat tax' (un impuesto fijo para todos) y la renta básica de ciudadanía.