La luz subirá más. Es el problema de la configuración del mercado eléctrico español. A más demanda por el frio y sequía, mayor coste del kilovatio (kW). Es lo que sucede y lo que pasó el año pasado. Así, el precio que se pague en el recibo de tarifa regulada o precio voluntario del pequeño consumidor (PVPC), que tienen 11,47 millones de personas, está a expensas de la climatología.

Tanto es así que Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea han pedido al Gobierno, y al ministro de Energía, Álvaro Nadal, que acometa reformas en la factura eléctrica y que, en vez de «rogativas para que llueva», aproveche las políticas públicas desde el Ejecutivo para garantizar «energía limpia a precio razonable».

Con cierta resignación, el titular de Energía estima que la factura de la luz cerrará el año con una subida para un consumidor medio en torno a un 10% con respecto al ejercicio anterior. Según sus cálculos, un recibo final para ese consumidor tipo (con una potencia contratada de 4,4 kW y 3.900 kWh de consumo anual) de 835 euros en el conjunto del año.

Ola de frio

En enero pasado, en plena ola de frío que disparó los precios de la electricidad en el mercado mayorista -el conocido como 'pool'- a un máximo tras otro, Nadal ya estimó que el recibo final de la luz del 2017 podría ser en torno a 100 euros más caro.

El Gobierno ha tratado de paliar los impactos a través de la congelación de la parte fija del recibo, que supone en torno a la mitad del total. Energía lo hará en el 2018 por cuarto año consecutivo, pero tanto en el 2015 como en el 2016, incluso con esa medida, la tarifa subió. En el primer caso fue a causa del anterior sistema de subastas que el Ejecutivo modificó por el actual en el que en torno a la mitad de la factura está sujeta a los vaivenes del precio cada hora. Y en el 2016 subió por el parón de centrales nucleares en Francia, que convirtió a ese país exportador en importador de electricidad, en un momento en el que la demanda en España estaba en ague por el frio.

En torno al 50% del recibo varía cada hora. En la actualidad la sequía ha hecho que la producción hidroeléctrica, una de las que tiene un coste más asequible, se hunda el 50%; y hay que recurrir a tecnologías más caras como el carbón o el gas.

Nuclear y agua

En el mercado mayorista, donde las compañías vierten la producción eléctrica para que la adquieran las distribuidoras y comercializadoras, las primeras en entrar son las centrales nucleares e hidraúlicas, que lo hacen a coste cero, porque, por su propia naturaleza, no pueden pararse y ponerse en marcha según las necesidades del sistema.

Después van las energías renovables; y finalmente el carbón los ciclos combinados (gas) y las centrales de fuel y otros combustibles fósiles. Al ser un mercado marginalista puro, la última tecnología en entrar es la que marca el precio final. Es lo que sucede cuando no llueve ni hace mucho viento para mover loas aerogeneradores.

Marginalismo limitado

En Francia, el sistema también es marginalista, pero hay mecanismo para frenar el poder de mercado de EDF. Se trata de limitar el peso de la última tecnología que entra y que en vez de marcar el 100% del precio mayorista final fije una proporción menor. De hecho, en el país vecino los precios mayoristas han subido tanto o más que en España, pero el precio final apenas ha variado y aquí ha subido.

En este contexto, el Ministerio de Energía ha aprobado el plan de actuación invernal de este año para la operación gasística, que eleva la obligación de exigencias de almacenamiento de gas para los operadores a 3,5 días, frente a los 2 días anteriores.

Según señala la resolución del Ministerio publicada este miércoles en el BOE, en la elaboración de este plan se han tenido en cuenta «las tensiones producidas en el mercado gasista durante el invierno 2016-2017 como consecuencia de las olas de frío y del incremento de la demanda de gas para generación eléctrica».