La dimensión se mantiene como reto para las empresas familiares españolas. La crisis se cebó con este tipo de compañías, si bien la mortalidad de las empresas controladas por parientes se reduce a medida que aumenta su tamaño y las que han superado la debacle de los últimos años han priorizado el empleo, aún a costa de reducir su productividad y rentabilidad. Los datos no dan lugar a dudas sobre la importancia de estas firmas, ya que suponen 67 de cada 100 empleos del sector privado, lo que equivale a 6,58 millones de personas y son 89 de cada 100 sociedades anónimas (SA) o limitadas (SL) operativas en España.

Estos datos se incluyen en el estudio La empresa familiar en España (2015) , elaborado por el Instituto de la Empresa Familiar (IEF) y su red de cátedras. El análisis no incluye a los autónomos y otras figuras societarias mercantiles, por lo que el número aún debe ser mayor. Para este estudio sin precedentes se ha utilizado una muestra de 142.000 empresas.

En el pasado congreso del IEF, lobi que integra a las 100 principales compañías de este tipo, celebrado en Bilbao ya se dieron unas pinceladas sobre este análisis. Pero hasta ahora no se habían conocido todos los detalles. Según Juan Corona, director general del IEF, el estudio revela dos aspectos esenciales: "Uno es positivo y es, aunque haya quizás alguna excepción, el compromiso personal del empresario en el proyecto. El otro es negativo: la dimensión".

MORTALIDAD Y así se ha visto a lo largo de la crisis. Entre el 2007 y el 2013 (último ejercicio del que existen datos fiables), a causa del tamaño (la mayoría son microempresas), se ha producido una elevada mortalidad, en especial entre las compañías familiares de menor dimensión. La tasa de mortalidad fue del 18,3% durante ese periodo, frente al 6,6% de las no familiares. La justificación de esa diferencia radica en el tamaño. Esa tasa de mortalidad se reduce de forma sustancial en las compañías familiares con más de 100 empleados.

Y además existe otro rasgo distintivo en las firmas que han superado la crisis y es que "las que han sobrevivido han aplicado el rasgo positivo del compromiso con el proyecto y han contribuido a la creación de empleo en mayor medida que otro tipo de empresas incluso a costa de la productividad y la rentabilidad", afirma Corona.

Así, el grueso de la pérdida de empleos se ha concentrado en las empresas que han cerrado porque las compañías familiares que han seguido activas han incrementado el número de empleados por cada millón facturado, al pasar de 4,7 en el 2007 a 5,1 en el 2013. En cambio, el resto de empresas pasaron de 3,1 a tres trabajadores por millón ingresado durante el mismo periodo.

CAEN LOS INGRESOS Según el estudio, la productividad se redujo en las compañías familiares, al pasar de 211,3 euros de facturación por empleado en el 2007 a 209,3 en el 2013; mientras que en el resto de empresas pasó de 326,3 euros en el 2007 a 363,9 euros.

Las debilidades se concentran en el núcleo de más reducidas dimensiones. En general a partir de los 50 empleados, estas empresas superan al resto en todas las ratios que se analizan y entre las grandes con una parte de capital en bolsa, las dominadas por parientes "arrasan".

Los ingresos de las empresas familiares existentes en el 2013 cayeron una media del 0,5%, al tiempo que la productividad descendió el 0,9% frente al número de puestos de trabajo creados que subió el 0,4%.