Las agresivas decisiones de política monetaria adoptadas por el Banco Central Europeo (BCE) desde junio pasado están dando fruto. Desde entonces, la inyección masiva de liquidez en las entidades financieras condicionada a la concesión de créditos a familias y empresas, la rebaja del precio oficial del dinero al mínimo histórico del 0,05% y la penalización del dinero que se deje dormir en el BCE con un tipo de interés negativo del -0,20% pusieron las pilas a los bancos.

Ya en la segunda mitad del 2014 se produjo una notable relajación. Empezó a crecer el crédito nuevo a empresas y familias y llegaba a un interés más barato y cada vez más parecido entre los países.

A esta tendencia le puso el turbo definitivo el presidente del BCE, Mario Draghi, cuando en enero anunció la puesta en marcha a partir de marzo de un programa de compras en el mercado secundario de deuda pública, complementado con la adquisición de cédulas hipotecarias y créditos titulizados. El BCE se marcó el objetivo de inyectar 60.000 millones al mes en las entidades, al menos hasta septiembre del 2016, por la vía de poner en marcha la máquina de imprimir dinero (lo que se conocer en inglés como Quantitative Easing , QE ).

Desde el pasado 9 de marzo, el BCE ya ha inyectado 85.009 millones en el sistema. A esto hay que sumar los más de 310.000 millones de dinero prestado a las entidades en tres oleadas (septiembre, diciembre y marzo), al 0,05%, condicionado a dar créditos a familias y empresas. Así, el balance consolidado del BCE llega a los 2,36 billones de euros, el nivel más alto desde agosto del 2013.

El motivo formal de toda esta política monetaria es echar leña a los precios y evitar que la economía europea se hunda en la espiral de la deflación. Para ello se busca estimular la inversión y el consumo. Los tipos de interés han caído tanto y comprar deuda pública se ha hecho tan poco atractivo (con tipos negativos en muchos casos), que la banca ya no ve más remedio que centrarse en su negocio de dar créditos para sacar partido a toda esa lluvia de liquidez a tipo de interés cero con que les está inundando el BCE.

Hace un año, la diferencia entre lo que le costaba a una pyme pedir un crédito en España (5,56%) o en Bélgica (2,65%) era de casi 3 puntos; ahora la brecha es de 1,8 puntos. "Las diferencias entre países han comenzado a reducirse", dice el BCE en su último boletín.