La llegada de un nuevo ejecutivo a una empresa suele suponer cambios, y en el Banco Santander han tardado poco más de dos meses en producirse. Ana Patricia Botín, presidenta del mayor banco de la eurozona desde el fallecimiento de su padre en septiembre, ha sustituido por sorpresa a Javier Marín, consejero delegado que heredó de Emilio Botín, con una catarata de cambios en la cúpula del grupo.

En el banco se explicaba ayer la decisión de la ejecutiva en su voluntad de hacer su propio equipo. La noticia, con todo, sorprendió en el mercado ya que la propia Botín le había ratificado cuando asumió la presidencia: "Hemos trabajado juntos muchos años y vamos a seguir haciéndolo en los próximos". De hecho, el nombramiento de Marín hace menos de dos años se interpretó en clave sucesoria, pues se dijo que era muy cercano a la directiva.

El tiempo ha demostrado que no era así o que, según se rumoreaba ayer en el sector, su relación se ha deteriorado. Marín --de 48 años-- tiene ahora que decidir si se prejubila en enero, cuando entren en vigor los cambios. De ser así, pasará de cobrar 4,3 millones en el 2013 (la cifra de este año será mayor) a 800.000 euros al año, sin indemnización por cese. En el momento de jubilarse, cobraría más de cuatro millones (a finales del año pasado tenía ya reconocidos 4,346 millones). Son cantidades altas pero muy lejanas a las compensaciones de otros exconsejeros delegados de la gran banca (los 88 millones de Alfredo Saénz o los 53 millones de José Ignacio Goirigolzarri).

Marín llegó al puesto en sustitución de Sáenz, que tuvo que dejarlo tras 11 años por una condena por acusación falsa. Para sustituirle, la presidenta ha designado a un hombre cercano a su antecesor: José Antonio Alvarez (León, 1960), director

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