Poner las fichas justo antes de que la bola de la ruleta empiece a girar o acabar de visitar el museo porque ya han apagado las luces un par de veces como aviso de que la exposición va a cerrar. En esos minutos, las decisiones que tome el jugador o el visitante se tornan trascendentales, marcan el límite del tiempo bien aprovechado o no. La misma sensación recorrió los corros de toda Europa. Una sesión más o menos tranquila vino a trastocarse en los últimos compases por una acumulación de apremios de última hora. Angela Merkel había avisado que antes su vida que su brazo torcido en la mutualización de deudas, Moddy's prolongaba su jornada de gloria un día más anunciando que todavía le quedaban combinaciones de letras para seguir rebajando el crédito (entendido como reputación, no como préstamo) de la banca española; y el Estado había confirmado que en cuestión de diligencia en sus cuentas se había pasado, pero al revés de lo necesario: hasta mayo casi ha conseguido ya sobrepasar el déficit presupuestado para todo el año. A eso se llama compra compulsiva, y a los mercaderes del préstamo no les gustó. Total, que la jornada que apuntaba a transición acabó en otro retroceso. El Ibex bajó 95,60 puntos, equivalente al 1,44%, y dejó la cota para la sesión siguiente en los 6.528,40 puntos.

Los bancos se llevaron la mayoría de azotes, tras la calificación de Moody's: Bankia lideró las pérdidas al caer el 8,65%, mientras que el Popular lo hizo el 7,09%; CaixaBank, el 5,56 %; el Sabadell, el 5,32%; Bankinter el 4,35% y el BBVA, el 1,70%.