Un día después de anunciar su cese anticipado, el todavía gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, reconoció ayer que se muere de ganas por contar su propia versión de por qué la reforma financiera se ha convertido en el desastre que puede acabar llevando al país a ser intervenido, pero por ahora ha decidido morderse la lengua. O no.

"Es evidente que ha habido una campaña de desprestigio contra el Banco de España diciendo que no ha sabido supervisar, sin que yo pueda contestar", dijo ayer a los periodistas tras comparecer en la Comisión de Presupuestos del Senado. "Pero si el Gobierno considera que no es el momento de que el Banco de España dé su visión sobre qué ha pasado; sobre qué han hecho los gestores, los auditores, las autonomías y los sindicatos; sobre las restricciones de las leyes y cómo se está gestionando esta última parte, yo, por responsabilidad, no hablaré ahora", en un momento, dijo, que es "gravísimo" y "delicadísimo" para la economía española.

Añadió que le gustaría opinar sobre "si es lógico o no pedir auditores independientes y sobre las solicitudes de ayudas públicas", pero hacerlo ahora "sería una irresponsabilidad". "Estamos en una situación muy seria y el que lleva las riendas es el Gobierno. Por lo tanto, hay que apoyarle, aunque creamos que está equivocado o no", remató.

Hablando sin hablar

Así, hablando, haciendo como que no hablaba, Fernández Ordóñez se desahogó dejando claro quienes son, en su opinión, los culpables de la complicada situación actual. "Parece que el Banco de España es el causante de todo en este momento, y yo tengo la convicción de que no", afirmó a los senadores, en el que quizá fue su último acto público como gobernador. "Es quizá la primera crisis bancaria que no ha gestionado el Banco de España", señaló sacudiendo hacia afuera toda responsabilidad.