La crisis del euro es radical, pues surge de la raíz del proyecto europeo. Pero radicales también son los "partidarios de reformas extremas". De esos hay muchos en estos días, aunque en sentidos muy diferentes, lo que contribuye, parafraseando a Faulkner, al ruido y la furia. Al fin y al cabo, lo que define al radical es su carácter "extremoso, tajante, intransigente".

La polisemia de las palabras nos ayuda a comprender el mundo. Soberanía, por ejemplo, es la autoridad suprema del poder político. Pero también, en castellano antiguo, quería decir "orgullo, soberbia o altivez". ¿Cuál de esos significados debemos entender cuando se nos dice que las naciones del continente deben ceder soberanía a las instituciones europeas?

Las dos, probablemente. Al menos en un mundo ideal. Pero el BCE ha decidido no aceptar la deuda griega a cambio de liquidez tras la nueva rebaja de nota de las agencias de calificación, lo que deja en difícil situación a sus bancos y pone un nuevo clavo en el ataúd del país. Y la Comisión sigue sin aclarar si rebajará los objetivos de déficits que nos empujan a la recesión. Claro que, en sentido opuesto, Irlanda ha anunciado un referendo sobre el nuevo pacto fiscal europeo y el Tribunal Supremo alemán cuestiona el rescate griego.

Ante este panorama incierto y en espera de la subasta de liquidez ilimitada del BCE, el Ibex 35 bajó ayer el 0,12%, hasta los 8.526,7 puntos, mientras que la prima de riesgo subió hasta los 323 puntos básicos.