Vayamos al origen de Occidente, la Grecia clásica, que entre los siglos V y IV antes de Cristo, sentó las bases de lo que ahora somos. Significativamente, esa "gloria que fue Grecia", como dijo Edgar Allan Poe, no cayó derrotada por un poderoso ejército extranjero, sino por las constantes y debilitadoras pugnas internas entre las ciudades, con Atenas y Esparta a la cabeza.

Es curioso que la cuna de lo que somos nos dé ejemplo con su historia del riesgo que supone la desunión y que sea hoy nuestro mayor dolor de cabeza. También resulta alarmante que lo siga siendo tantos meses después de estallar su grave crisis, ya no fiscal, sino estructural. Ayer, por fin, una buena noticia vino con el viento heleno: el país y sus acreedores parecen de estar cerca de acordar la quita que sufrirán los segundos en el cobro de la deuda del primero.

Esta perspectiva, sumada a los mensajes de la noche previa de la Reserva Federal (más contundente que el BCE: prometió tipos mínimos hasta el 2014), dieron alas a los inversores. El Ibex 35 repuntó un 1,85% hasta los 8.713,8 puntos, mientras que la prima de riesgo se relajó hasta los 336 puntos básicos.

Para que la racha siga, debería concretarse el acuerdo en Grecia y los socios de la UE tendrían que dar pasos positivos en su reunión del lunes. Tras el hundimiento de las polis, el rey macedonio las invadió. Pero su hijo, Alejandro, llevó con sus conquistas la cultura griega al fin del mundo. Conclusión: hay esperanza, pero precisa unidad.