Subir, subió, pero nadie se atrevía a decir hasta cuándo. Así se expresaban todos los analistas que se asomaron ayer a los corros de ambos lados del Atlántico. La mayoría de los mercados europeos cerraban en buenas marcas, y en Wall Street llevaban buen camino bien entrada la sesión (+1%). Lo malo era que las causas del verde en las cotizaciones eran más bien efímeros. Para unos, bastaba ver que la atinada inundación de euros decidida por el BCE el 21 de diciembre tiene menos caducidad que el maná bíblico. Ayer se pudo ver cómo los tesoros de los países más vigilados, entre ellos España, conseguían financiación a buen precio, gracias a que la banca sigue tirando de provisiones para dar de comer al sector público hambriento.

Ayudó también que en Alemania los indicadores de confianza registraran optimismo y que el crecimiento de China fuera bien recibido por sus proveedores de materia prima. Bonito hasta aquí, pero la misma visita a España del presidente europeo Herman van Rompuy ya advertía de que la cumbre del 30 de enero va a ser un repaso de deberes pendientes para la eurozona. Quince días de acelerón para todos. Y por si acaso se olvidaba de cómo acabó la penúltima, en Cannes, desde la agencia de calificación Fitch reiteraban el aviso: disimulen lo que quieran, pero lo de Grecia no se ha resuelto y cada vez está mas cerca de la quiebra que del arreglo.

Al cierre, el Ibex había avanzado 85,70 puntos, equivalentes al 1,01%, hasta los 8.535,30 puntos, muy cercanos a los indicadores con los que se abrió el año.