La administración de Barack Obama planea presentar mañana su plan de estabilización de las entidades financieras. El objetivo es adquirir hasta un billón de dólares (unos 730.000 millones de euros) de la deuda tóxica que lastra los balances de los bancos para liberarlos de este peso y permitir así el reinicio del flujo del crédito. Para ello, según publicaron ayer The New York Times y The Wall Street Journal , el Tesoro subvencionará mediante créditos a intereses muy bajos a inversores privados para que compren esos productos financieros.

Aunque la cifra es orientativa dada la opacidad del mercado, los analistas estadounidenses estiman que el valor de la deuda tóxica --la mayoría de hipotecas dudosas-- asciende a unos dos billones de dólares (1,4 billones de euros). Los bancos sufren la escasa salida de esos productos pero se niegan a venderlos como saldo para no dañar aún más su situación. Los inversores, por su parte, solo están dispuestos a comprarla a precio de ganga.

MERCADO PARALIZADO Dado que los valores tóxicos son ruinosos, los bancos han congelado el mercado crediticio para no empeorar aún más sus cuentas. Sin crédito, los inversores son aún más reacios a una compra que no sea a un precio muy bajo. Con el mercado paralizado, los intentos del Gobierno de comprar la deuda tóxica se han encontrado siempre con el mismo problema: ¿cuál es el precio justo?

Un precio muy alto daña a los contribuyentes; un precio muy bajo, a los bancos. La forma con la que el Tesoro quiere romper este círculo vicioso es otorgar a los inversores la financiación a bajo coste que no hallan en el mercado y erigirse como garante de las inversiones, asumiendo las pérdidas. Sería, pues, el mercado quien marcaría el precio. Una de las incógnitas es a qué interés se prestará el dinero a los inversores, aunque será inferior al precio de mercado.

TRES PILARES A efectos prácticos, el plan financiero tendrá tres pilares. El primero es la creación de una entidad que tendría como misión la compra y el mantenimiento de los activos, lo que ha dado en llamarse un banco malo. El Estado aportará como mínimo el 85% del capital.

El segundo es crear fondos de inversión mixtos entre capital público y privado que serán gestionados por firmas privadas y en los que el Estado igualará el dinero que proceda de inversores particulares, compartiendo de igual forma los beneficios y las pérdidas. El tercer pilar es ampliar un programa de la Reserva Federal pensado inicialmente para comprar productos vinculados a créditos al consumo y a empresas para que pueda adquirir deuda tóxica .

A pesar de la polémica alrededor de las primas que han cobrado los ejecutivos de la aseguradora AIG, el plan en principio no contempla establecer límites a los ingresos de los ejecutivos.