En tiempos de incertidumbre es mejor no hacer mudanzas, pero quizá la conocida y conservadora máxima no sea tan acertada en estas circunstancias en las que, a pesar de la globalización, no en todas partes llueve al mismo tiempo ni sale el sol igual. Por eso, seguramente en estos momentos el banco Santander refuerza su negocio en los mercados emergentes donde tiene presencia.

Brasil es un verdadero continente de 160 millones de habitantes dentro de otro continente al que el banco ha dedicado el 75% de los 36.000 millones de dólares que ha gastado en implantarse en Latinoamérica en los últimos 10 años. Primero compró Banespa y ahora le suma el Banco Real, que procede del troceamiento del ABN Amro, al que la entidad española concurrió de la mano del Royal Bank of Scotland (RBS) y Fortis, dos gigantes que ahora viven graves problemas.

Y es que Brasil promete tasas de crecimiento para los próximos años solo equiparables a las asiáticas. Es la mayor aportación de Latinoamérica al beneficio del banco, al que hasta septiembre contribuyó con el 30% del beneficio. La progresiva normalización de la actividad del país --la economía sumergida, que llegó a suponer el 50%, ahora se sitúa en torno al 30%--, el crecimiento de la clase media y la progresiva bancarización del país lo convierten en un mercado con gran futuro. El negocio brasileño del Santander creció en los primeros nueve meses del año un 21%, sin contar el Banco Real.

Emilio Botín ha estado estos días en Sao Paulo para presentar la puesta de largo de la integración de ambas marcas: Banespa (ahora ya Santander) y Real, con las que el banco hace su mayor apuesta latinoamericana. En su opinión, la estabilidad constituye la base de un desarrollo sostenido que se basa no solo en la actividad económica, sino también en el marco institucional moderno y seguro de que se ha dotado el Brasil de los últimos años.