Arrastrada por un desplome del consumo sin precedentes en casi tres décadas, la economía de EEUU se contrajo entre julio y septiembre a un ritmo anual del 0,3%. El dato, el primero negativo en el análisis del PIB desde el 2001, no fue tan malo como habían previsto los analistas y eso contribuyó a animar los mercados, pero fue el último indicio de que el país está en una recesión aunque oficialmente no se haya definido aún así.

Solo la contribución positiva del gasto público, una reducción del déficit comercial y el freno en el declive de los inventarios impidieron una caída más pronunciada del PIB. El dato más grave fue el del consumo personal, pues este representa dos tercios de la actividad económica. Cayó a un ritmo del 3,1%. El declive de los ingresos personales disponibles fue aún más agudo: descendieron un 8,7%.