Uno porque se va y el otro porque acaba de llegar. Uno porque no ha culminado el proceso de reforma que se puso como objetivo y el otro porque ha anunciado sus primeras decisiones. El español Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta el próximo 1 de noviembre, y el estadounidense Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial (BM) desde hace 100 días, vivieron este fin de semana su última y primera cumbre, respectivamente, de las dos instituciones económicas en Washington. En su despedida, Rato recibió las críticas de los países emergentes por el lento proceso de reformas durante su mandato; Zoellick recibió apoyo por su iniciativa de asociar la inversión privada a la ayuda al desarrollo.

Con su retirada antes de hora por motivos personales, Rato deja a su sucesor, el francés Dominique Strauss-Kahn, la responsabilidad de culminar el próximo año el proceso de reformas que exigen los países emergentes y en vías de desarrollo. Durante su mandato, muchos de los países en vías de desarrollo se han deshecho de los créditos que los ataban a la disciplina del FMI y han puesto en marcha el proyecto del Banco del Sur, que deja en una situación muy delicada al FMI. Rato logró el año pasado en Singapur que México, China, Corea del Sur y Turquía aumentaran su participación, y deja un proceso encauzado que no convence a los países emergentes.

Deberá ser, pues, Strauss-Khan el que encuentre una fórmula para que en la primavera del 2008 (o en otoño a más tardar) el FMI acuerde una nueva forma de trabajar que impulse a la institución para asumir un nuevo papel en un contexto económico muy diferente al que había cuando fue creada. Además, EEUU exige al francés que ponga en orden las finanzas del FMI, que están en números rojos.

En la misma situación se encuentra Zoellick, que entró en un Banco Mundial desmoralizado y en crisis por los mismos problemas de adaptación a nuevas realidades que afectan al FMI y por la traumática forma (un escándalo de corrupción y nepotismo) con la que se fue su antecesor en el cargo, el también estadounidense Paul Wolfowitz.

BIEN RECIBIDO De entrada, Zoellick ha sido bien recibido por los empleados del Banco Mundial --a los que tanto menospreció su predecesor, el neoconservador Wolfowitz-- y el apoyo a lo que ayer consideró sus prioridades: inmiscuir al sector privado en la ayuda al desarrollo y reforzar el papel de la agricultura en los países en vías de desarrollo.

La lucha contra la corrupción y la máxima prioridad por Africa serán otros de los dos puntales de su gestión, aunque se espera que en cuanto a la primera, su enfoque no será tan agresivo como el de Wolfowitz.