Supercopa

El 'sportswashing' se desplaza de Qatar a Arabia Saudí con la Supercopa, Cristiano y el Dakar

La dictadura saudí potencia su apuesta por el deporte de alto nivel para mejorar su imagen exterior, copiando la estrategia seguida por los pequeños emiratos vecinos en las últimas décadas

Vinicius, Araújo y Ter Stegen, en una acción del Real Madrid-Barcelona se la Supercopa de 2022.

Vinicius, Araújo y Ter Stegen, en una acción del Real Madrid-Barcelona se la Supercopa de 2022.

Sergio R. Viñas

El Rally Dakar se sigue llamando Dakar, aunque la capital de Senegal dejó hace tiempo de ser el punto final de la aventura, para pasar a serlo Yeddah o Damman, como ocurrirá este domingo. La Supercopa de España conserva el nombre de nuestro país, si bien la sede pasó a territorio saudí en 2020, en Yeddah en 2020, en Riad desde el año pasado y también a partir de mañana.

Al final, se trata de eso, de conferir normalidad a lo que quizá no debería tenerla. Lo mismo, exactamente, que ocurrió con el Mundial de Qatar, cuyo rotundo éxito organizativo hizo olvidar las amenazas de boicot y silenció las críticas al régimen por sus ataques a los derechos humanos vertidas en las primeras semanas del campeonato.

Funcionó en Qatar el 'sportswashing' y también lo hace en Arabia Saudí. La técnica de organizar grandes eventos internacionales o comprar o patrocinar equipos deportivos para mejorar la imagen exterior de un país no es nueva, hasta Hitler la usó en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, pero las dictaduras de Oriente Medio las están llevando a otro nivel.

Cambio de estrategia

Lo hace en los últimos tiempos, de manera acelerada, Arabia Saudí. La gran potencia de la región, por tamaño, población y potencial económico, despreció durante lustros la estrategia de utilizar el deporte como herramienta de relaciones internacionales. Sin embargo, el éxito de vecinos pequeños (pero molestos, como vecinos que son, al fin y al cabo) como Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin le han llevado a entrar con todo en este terreno.

La Supercopa que arranca este miércoles con la semifinal entre el Real Madrid y el Valencia (20.00 horas en la España peninsular) es un buen ejemplo. El reino saudí se aseguró la organización en el año 2020 y, con la excepción pandémica de 2021, acogerá todas las ediciones hasta al menos 2027. A cambio, la Real Federación Española de Fútbol recibe 40 millones anuales (que redistribuye a todos los escalones del fútbol nacional), tras un acuerdo en el que participó la empresa de Gerard Piqué, Kosmos, que ahora está bajo investigación judicial.

Sobre la ética de la operación se ha escrito y hablado mucho. Clara está la postura de la RFEF, que no solo considera que el acuerdo económico es espléndido (incuestionable), sino que también pondera el progresivo aperturismo del régimen en la participación de la mujer en la vida pública saudí a través del fútbol y la potenciación de una liga femenina en el país. Circunstancias que vincula, de forma insoslayable, al acuerdo para llevar a Riad la Supercopa.

También Fórmula 1

Pero los tentáculos de Arabia Saudí en el mundo del deporte van mucho más allá de su alianza con la RFEF. La organización del Rally Dakar, que se disputa estos días, desde 2020. Desde hace dos años también organiza un Gran Premio de Fórmula 1 y en los últimos días corre el rumor de que pretende convencer a varios equipos para que trasladen sus sedes operativas a su territorio soberano.

El fútbol, no obstante, es la gran apuesta de la dictadura de Salmán bin Abdulaziz. Emulando las experiencias de Qatar (PSG) y Emiratos Árabes Unidos (Manchester City), el fondo soberano saudí se hizo hace unos meses con la propiedad del Newcastle, un histórico de la Premier League en horas bajas. Su inversión ya la está permitiendo al club del norte de Inglaterra colocarse en la tercera posición de la Premier, con serias opciones de disputar la Champions la próxima temporada.

Aunque el gran golpe, al menos a nivel mediático, lo ha dado hace pocos días con el fichaje de Cristiano Ronaldo por el Al Nassr. La cifra oficiosa que cobrará el portugués se eleva a 100 millones de dólares limpios al año. En el mercado futbolístico se duda de la veracidad de esa cantidad, pero lo que nadie discute es que el club saudí ha convertido al ex del Real Madrid en el jugador mejor pagado de la historia.

A medio plazo, y de nuevo alentado por el éxito qatarí, el régimen saudí aspira a organizar un Mundial de fútbol. El de 2030, al que también aspira España junto a Portugal y Ucrania, aparece en las quinielas de sus aspiraciones, aunque en los despachos futbolísticos se cree que la gran intentona llegará para la edición de 2034. ¿Lo conseguirá? Quién sabe, pero está claro que está poniendo mucho dinero para que así sea.