Creer, aguantar y luchar. Carlos Alcaraz lo lleva de fábrica en su ADN pegado a un talento tenístico espectacular que fue imprescindible para superar a Jannick Sinner y convertirse en el más joven tenista de la era Open (1968) que alcanza las semifinales en el Abierto de Estados Unidos con 19 años, 4 meses y 2 días.

Carlitos, como le gusta que le llamen, creyó en él desde el primer punto en juego en la central Arthur Ashe hasta el ‘ace’ con el que se apuntó el partido en el primer ‘match ball’ que dispuso, tras 5 horas y 15 minutos de una batalla para recordar. 

Carlitos supo aguantar cuando Sinner remontó el primer set para arrebatarle los dos siguientes, ambos en el ‘tie break’, el último de ellos sin conseguir ganarle ni un punto al tenista italiano.

Carlitos luchó sin permitirse bajar la guardia, a pesar de ese golpe que habría desmoralizado a cualquier otro, hasta dar la vuelta a un partido que Sinner parecía tener de la mano de su poderoso saque con un ‘match ball’ que no supo rematar. El italiano pagó caro su error.

Carlitos con un tenis feroz en cada golpe, de compromiso total en cada punto, una exhibición de fuerza física, capaz de genialidades únicas para admiración de los aficionados, acabó desmontando la máquina de hacer tenis, perfecta, que era el frío Sinner.

Sin parecer en ningún momento vencido por el cansancio, sino sólo concentrado por el desafío ante un rival con el que va a tener muchos más duelos en el futuro por los grandes títulos, Carlitos, supo creer, aguantar y luchar para ganarse el derecho a jugar las semifinales del Abierto de Estados Unidos.

 Alcaraz está a dos partidos de su primer Grand Slam y del número 1, dos objetivos que tenía entre ceja y ceja a principios de año cuando no estaba aún entre los 70 mejores del mundo. Le queda trabajo que hacer y no será fácil, pero por creer, aguantar y luchar no va a quedar. Por talento, menos.