Ataca Richard Carapaz en la zona de las vallas de meta y responde Jail Hindley. ¿Y quién sale tras la pareja? Pues Mikel Landa. Contraataca Hindley. Enseguida Landa y Carapaz tapan el hueco. Y cuando se miran el primero y segundo de la general arranca el ciclista vasco. Abre una ligera distancia, parece que se va, da la impresión de que recortada unos segundos, que valen su peso en oro, pero poco después el trío vuelve a estar unido. Así llegan a la meta. Así queda el Giro visto para la sentencia de la Marmolada si no hay que esperar todavía a lo que ocurra el domingo en la contrarreloj final de Verona.

Fue una etapa de fuga, ni mucho menos una jornada decisiva. Era el primero de los dos días que Landa necesitaba para recortar ese minuto de desventaja que le saca la ‘maglia rosa’. Había terreno, sobre todo un puerto de aúpa en territorio esloveno, pues el Giro entró en las tierras de los ausentes Tadej Pogacar y Primoz Roglic, para subir el Kolovrat donde se podían hacer grandes cosas que no se hicieron. Los ciclistas toman sus decisiones aunque muchas veces no gusten al espectador que desgraciadamente, al disputarse la etapa en tiempo de siesta, queda adormilado en el sofá.

Cuando una fuga llega al último puerto con casi nueve minutos de ventaja es que algo no ha funcionado bien por mucho que el Bora, el equipo de Hindley, se responsabilizase del control en una etapa en la que Carapaz perdió a Richie Porte, indispuesto por culpa de una gastroenteriris.

La etapa se resolvió entre el quinteto de fugados que superó todos los obstáculos del día, con el triunfo del corredor neerlandés Koen Bouwman, el líder una clasificación de la montaña que ganará sin problemas.

El momento de los líderes

¿Y atrás? Pues hubo que esperar a los dos últimos kilómetros para que el trío de la general obsequiase con una colección de ataques entre ellos y para que Landa, de los tres, fuera el que pareció tener más chispa cuando ya casi se acababa la subida, algo que, por lo menos, invita a la ilusión este sábado en la Marmolada. “Aún soy optimista”, confesó el ciclista vasco a preguntas de la RAI. Pues habrá que mantener la ilusión en un Giro que no va muy sobrado de ataques. Más bien pocos. Este sábado se decide en la Marmolada, con frío y lluvia.

Porque la penúltima etapa, la reina de este Giro, se afrontará con un panorama no muy agradable. Se anuncian 7 grados y granizo en el Pordoi y 9 con lluvia en la Marmolada. No se presenta el día para que todo acabe en segundos, lo que, por otro lado, sería una desilusión tremenda. El Giro es cosa de tres porque cualquier ataque más allá de la tercera posición que ocupa Landa parece una cuestión de ciencia ficción. Y si alguno del cuarto y hasta el infinito de la general se va, será porque lo dejan marchar y porque su fuga no causa ningún dolor de cabeza a los tres inquilinos del podio.

Por ahora, sin pasar a la historia

No está siendo, por ahora, un Giro para pasar a la historia. Solo se recuerda un ataque serio, en ruta hacia Turín, de Carapaz y por esa única razón se ha ganado el derecho a vestir de rosa. Hindley siempre ha subido a rueda del ciclista ecuatoriano y los ataques de Landa han llegado cuando ya no quedaba terreno para que fueran a más. En la Marmolada será distinto. El Giro se lo merece. No puede quedar la carrera para que todo se resuelva en unos pocos segundos en una contrarreloj. Si en la Marmolada se vive una etapa para la historia -y hay todos los elementos sobre la mesa- habrá valido la pena esperar casi hasta el final. Landa tiene la última palabra.