Hay una leyenda ciclista que dice que el Giro de Italia es la carrera de las tres grandes más divertida que hay, pero por lo que se está viendo, al menos desde 2019, todo se resume a lo que sucede en la última semana. Se desperdician, como está sucediendo ahora, las primeras dos semanas de carrera, donde no ocurre nada o muy poco, quizá por el miedo que tienen las figuras que luchan por la general a la dureza agrupada que se presenta en la fase final de la prueba.

Esta segunda semana de competición, aunque le vaya como anillo al dedo a Juanpe López para mantenerse líder del Giro, está siendo una invitación a que no ocurra nada destacable, al menos hasta el sábado, sin una cuesta que se recuerde y cada día con escapadas consentidas, si no hay esprint, entre ciclistas que solo buscan la gloria de un día. Y eso no es bueno ni para la ronda italiana ni para el ciclismo en general.

Se ha visto este jueves, con otra jornada por encima de los 200 kilómetros. Se escapa una veintena de corredores que luego se van atacando, tres de ellos llegan a la meta de Génova donde gana Stefano Oldani para obsequiar a Italia con una segunda victoria en el Giro. Por lo demás, hasta se le permitió a Wilco Kelderman resucitar en la general aunque todos saben que cuando un corredor se hunde en la primera montaña difícilmente resistirá en las siguientes citas claves. Las figuras llegaron a 9 minutos, una barbaridad.

El año pasado, en el Tour, sucedieron más cosas en las dos primeras etapas que en las 12 consumidas hasta ahora donde solo se vio un tímido ataque de Richard Carapaz en el Blockhaus, una respuesta de Mikel Landa para ilusión del ‘landismo’, y poco más.

Lo triste es que esta situación en el Giro se está repitiendo con demasiada frecuencia estos últimos años, aunque es cierto que luego, en la tercera semana es tal la intensidad que se olvida enseguida el tedio previo. Pero, Tour y Vuelta, en cambio, han apostado estos últimos años, y en 2022 sucederá igual, por intercalar puntos calientes a lo largo del trazado y evitar a la vez una concentración excesiva en los últimos días. La primera semana del Tour del año pasado fue sencillamente maravillosa, sobre todo gracias a Mathieu van der Poel, quien también en el Giro, al menos, se erige en protagonista -este jueves ha estado en la fuga buena- en los instantes decisivos, como ocurrió el martes con el esprint que perdió ante Biniam Girmay, en la histórica victoria del corredor eritreo, que se convirtió en el primer ciclista de raza negra que ganaba una etapa en una carrera de tres semanas.

Con la mirada en Juanpe López

La Vuelta ya hace años que ha incorporado como marca de la casa los pequeños repechos finales que eliminan al menos la pauta de los esprints o las llamadas 'cuestas de cabras', más efectivas para el espectador que para provocar cambios notables en la general, pero que al menos sirven para contar cosas e implorar a la épica del ciclismo.

Juanpe deberá superar sin aparentes problemas el trámite de este viernes y supuestamente la etapa del sábado que finaliza en Turín. El domingo ya será otra cosa, antes del descanso que anuncia la cita enorme con el Mortirolo y el Valico de Santa Cristina, prevista para el martes y donde no queda otra a los líderes de la carrera que moverse de una vez en una general cuyos primeros ocho corredores apenas están con un minuto de diferencia, con todo por decidir y con ganas de que lleguen de una vez peleas, ataques, luchas, intensidad del máximo nivel, en un Giro bastante tosco hasta ahora aunque, eso sí, con la tremenda felicidad de ver a Juanpe López paseando cada día la ‘maglia rosa’ por Italia.