En el ciclismo hay etapas que resultan imprescindibles para provocar un tremendo desgaste en el pelotón. Es lo que sucedió este viernes en el Giro. Se dirá que la séptima etapa no causó cambios sustanciales en la general, entre otras cosas por la férrea defensa de la 'maglia rosa' por parte de Juanpe López y el conjunto Trek, pero con 4.500 metros de desnivel positivo, con el calor reinante en el sur de Italia y con el fuerte ritmo de carrera, el daño para buena parte del pelotón, pensando sobre todo en la etapa del domingo, en el Blockhaus, fue una barbaridad.

Significó el primer día verdaderamente serio para Juanpe como líder del Giro. En la despedida de Sicilia y en el paseo llano a través de la costa de Cantabria, el corredor sevillano solo tuvo que ir a rueda, dejarse llevar y correr resguardado para subir al podio y gozar de los honores como jefe de la ronda italiana. Pero, este viernes, fue distinto porque Juanpe tuvo que ponerse un invisible mono azul de trabajo como ropa interior por debajo de su jersey rosa. Este viernes tuvo que trabajar a destajo, esforzarse, sufrir más que disfrutar para llegar a la meta como líder y comenzar a pensar que el domingo llegará a la cima del Blockhaus vestido de líder aunque ya no sea el primer clasificado de la general.

Sería un éxito inmenso para el corredor que ya es una estrella en su pueblo, en Lebrija, una localidad que se ha decorado en rosa, porque el domingo, al margen de lo que suceda este sábado en un circuito complicado alrededor de la ciudad de Nápoles, han de lanzarse los cohetes, los de verdad, los que sirven para ganar la carrera, los que deben tirar ciclistas como Richard Carapaz, Sean Yates, o la pareja vasca del Bahrein, la formada por Mikel Landa y Pello Bilbao. Y es ahí donde verdaderamente puede sufrir Juanpe López, en lo que debería ser un combate excesivo para él.

La fuga del día

Pero que le quiten lo bailado, después de circular por los Apeninos protegido por la táctica de su equipo que situó a Bauke Mollema en la fuga del día y con el Ineos que decidió colaborar en el control de la carrera en los kilómetros finales de una etapa que ganó el corredor neerlandés Koen Bouwman, entre otras cosas gracias a la fidelidad de Tom Doumolin, que también se situó en la escapada una vez ya se ha despedido de luchar por la carrera que ganó en 2017, y que ayudó a su compañero del Jumbo en conseguir la victoria en la meta. Y fue también gratificante observar como tres corredores neerlandeses peleaban por el triunfo; dos de un mismo equipo, que se ayudaban entre ellos para evitar la victoria de Mollema, que parecía el mejor preparado para ganar. Y, con ellos, un italiano, Davide Formolo, qe siempre pareció que poco tenía que hacer para levantar los brazos en meta, rodeado de enemigos por todas partes. Y eso que lo intentó, en una pelea muy desigual para él.

Mientras tanto, se producían las imágenes de pelotones rotos, que llegaban a la meta con pocas unidades, todos cansados y agotados... con la posibilidad de que el día les pasase factura, y con los velocistas luchando para llegar con el control abierto, a la espera de que vuelvan sus días, aquellos que terminan con llegada masiva.

El ciclista que este viernes se retiró fue Sergio Samitier, que se vio envuelto en una caída. Aunque tuvo la suerte de no sufrir fracturas, los médicos del Giro no le permitieron seguir por preocupación, con lo que Alejandro Valverde perdió al primero de sus gregarios, a un ciclista aragonés al que se le acostumbra a dar muy bien la ronda italiana, sobre todo en la tercera semana, en la hora de la verdad.