A largo de su extensa vida deportiva -que es básicamente toda su vida, para ser exactos-, Pepe Escalante acuñó expresiones que repetía, como oraciones de su peculiar catecismo, cada vez que las circunstancias lo demandaban. Su manera de conducirse -con apariencia calmada, alejado del histrionismo y el postureo- fue una paradoja en un club habituado a la improvisación y el coleccionismo de disparates como el Córdoba CF. Siempre dijo que le gustaba abordar el fútbol "desde la naturalidad". Y así, del modo más natural, ha retornado a los banquillos. Lo ha hecho a los 71 años y al frente del Atlético Cordobés, un club histórico de la ciudad que tratan de reflotar veteranos de la causa blanquiverde como Rafa Saco, Nandi o Perico Campos. Le llamaron y, claro, dijo que sí. Este domingo debutó en la primera jornada ante el Miralbaida en el campeonato liguero del grupo cordobés de Segunda Andaluza, la séptima división en el escalafón nacional. Un entorno novedoso para un técnico cuyo nombre está escrito con tinta blanca y verde.

El encuentro finalizó con empate. Nadie marcó un gol. Todo se quedó como estaba después de un derbi local que para Escalante es un asunto al que no está habituado. En el Atlético Cordobés tiene ante sí una misión atractiva: dar salida a los talentos locales y ponerse al lado del club que representa a la ciudad. "No nacemos en contra de nadie, sino como apoyo para crecer", dicen los promotores del proyecto.

Por poner en situación. José Tomás Escalante Bermejo (Córdoba, 1950) es el profesional que más veces ha defendido el escudo del Córdoba CF: lo hizo como futbolista -debutó en Primera con 18 años, en el Vicente Calderón, ganando en la 68-69 al Atlético de Madrid- y después como entrenador, cubriendo todos los pasos desde la cantera hasta el primer equipo. Le reclutaban para apagar fuegos y terminaba convirtiéndose en el héroe de la película. Le echaban y le volvían a llamar cuando había problemas. Siempre igual. Y siempre aceptó. 

Pepe Escalante da órdenes a sus jugadores durante el partido. Chencho Martínez

El desafío con el Atlético Cordobés es una prueba más del amor al fútbol de Pepe Escalante, un técnico de conceptos sencillos para escenarios complejos. Su estilo de juego es el que conviene en cada momento, ni más ni menos. Así lo hacía cuando adiestraba al juvenil o al amateur del Córdoba CF en las célebres matinales de El Arcángel, cuando llevó al Séneca a un histórico ascenso a Liga Nacional o aquel año en el que destrozó récords con el Pozoblanco. El cordobesismo le tendrá siempre en sus altares asociado a dos momentos de importancia capital: los ascensos a Segunda en Cartagonova (1999) y El Alcoraz (2007). En el primero le llamaron para sacar a flote al equipo con el club en la ruina y un plantel de canteranos. Lo rescató del sumidero de Segunda B después de 17 años de infierno. En el segundo, agarró al Córdoba un año después del Cincuentenariazo -descenso en la 2004-05- y lo ascendió tras una eliminatoria final ante el Huesca. Escalante estuvo presente en aquella noche de los festejos en el autobús, las bengalas de Javi Moreno, la subida al caballo de Las Tendillas… Un adiós perfecto e indeseado. Le dijeron que no le iban a renovar y se marchó. Nunca más volvió a dirigir un partido como entrenador en categoría profesional.

El destino ha querido que su regreso se produzca exactamente en el mismo lugar en el que en 2013, después de una llamada del legendario presidente Rafael Jaén Carmona, retomó la pizarra para dirigir a los juveniles del Deportivo Córdoba. Este verano, Jaén dijo adiós a la presidencia del Deportivo y la entidad azulinegra echó la persiana tras 54 años. En La Asomadilla -una instalación ahora en condiciones muy precarias-, Escalante volvió a sentir la tensión del fútbol desde un banquillo, su lugar más natural.