Se hace tarde, es hora de salir de casa. Revisas todos los bolsillos para que nada se te olvide. Sientes un ligero cosquilleo que te recorre todo el cuerpo, como en aquellas primeras veces donde fuiste tan feliz. Agarras con fuerza las llaves, la mascarilla, esa bufanda que te acompaña desde tu niñez y miras con orgullo un trozo de papel que te dará la oportunidad de revivir algo que parecía muy lejano. Te diriges hacia ese lugar, allí donde solíamos gritar, en el que a buen seguro te enfadaste y disfrutaste a parte iguales y que nunca pensaste que nada ni nadie te arrebataría. La vida, tan bonita y cruel al mismo tiempo, frenó en seco muchas de tus esperanzas e ilusiones, un bucle del que era imposible escapar y colmaba cualquier atisbo por alzar el vuelo. Todo eso, durante unas horas, quedaba en suspenso mientras tu pensamiento y el nerviosismo se daban la mano en aquella butaca a medio limpiar. Espera el Córdoba CF.

El Arcángel volvió a albergar público después de dos meses sin poder contar con el aliento de la afición. Una mezcla inequívoca de sensaciones encontradas se presentó ante los 800 elegidos para arropar al blanco y el verde, desde las primeras dudas por dónde debían sentarse hasta la manera de demostrar su pasión dentro de un marco entendido como el adecuado. Porque el fútbol, a buen seguro, no es lo que muchos de ellos recordaban. Prácticamente en el olvido quedó ese encuentro frente al FC Cartagena -el aciago 8 de marzo de 2020- donde las principales preocupaciones se centraban en la continuidad o no de Raúl Agné al frente del conjunto cordobesista.

Los seguidores blanquiverdes entran al estadio después de dos meses. / FRANCISCO GONZÁLEZ

Sí, existieron cinco citas más tarde que tuvieron presencia de espectadores en el estadio ribereño. Pero, sorteos mediante, muchos no habían podido retornar a la grada hasta este domingo. Por ello, la estampa se repetía a medida que el choque contra el Real Murcia se acercaba. El personal encargado de la seguridad diseñaba un preciso puzle para que se mantuviera la distancia de seguridad entre los no convivientes. Lo más importante, dentro de las ganas por ver a los tuyos y compartir anécdotas y pronósticos, estaba en evitar cualquier tipo de problema futuro. Así pues, aunque costara, había que entender que esta “nueva normalidad” tan socorrida impedía las charlas en los pasillos y obligaba a no levantarse a lo largo de los noventa minutos.

La misión no fue sencilla, sobre todo tras el gol de los de Pablo Alfaro en los minutos iniciales. Posteriormente, el pase erróneo que directamente intercepta el rival, la tarjeta amarilla que no concibes y el fallo atrás para la diana de la igualada pimentonera te hacen dar pequeños brincos del asiento. Mientras tanto, un joven se afanaba por acercar la acción -a través de videollamada- a algunos amigos que no habían podido estar presentes. Los chicos del filial, además, después de perder en Castilleja de la Cuesta, decidieron -circunstancia repetida cada semana- animar al primer equipo en un costado del Anfiteatro.

Un padre y un hijo observan cómo los futbolistas se marchan al túnel de vestuarios y, al instante, le pide por favor que le entregue el móvil para entretenerse con unos vídeos de YouTube. Ese breve receso acaba cuando Willy, nada más empezar el segundo tiempo, volvía a poner por delante al Córdoba CF. El frío, que aparecía cada vez con más fuerza, se dejó notra todavía más con la expulsión de Carlos Valverde y el 2-2 firmado por Gurdiel. Un palo enorme que te deja con un sabor amargo y una imagen muy negra de lo que queda por jugar.

Ahora te toca esperar, pacientemente, a que te den las directrices necesarias para abandonar el estadio. Antes de partir, echas la mirada atrás y efectúas un último barrido visual mordiéndote el deseo por quedarte solo un ratito más. “¿A qué no sabes dónde he vuelto hoy? Donde solíamos gritar”. Y, si todo va bien, pronto te dejarás nuevamente la voz aunque las cosas se pongan muy difíciles.