Salió en el minuto 83 por un Xavi Molina que, tras cuajar uno de sus mejores partidos con el Córdoba CF en el pivote defensivo, dijo basta. El veterano futbolista catalán se llevó la mano a la zona del muslo, posiblemente a los isquiotibiales, y pidió el cambio. Pablo Alfaro, que ya había introducido en el campo a Mario Ortiz, Javi Flores, Moussa Sidibé y Willy Ledesma, miró al banquillo y optó por Luismi Redondo, acostumbrado ya a situar al joven futbolista de Plasencia en los últimos minutos de los partidos.

Apelando al juego directo, con espacios, ante un Linares que no renunciaba en los últimos minutos a ir a por la victoria, Pablo Alfaro, a sabiendas de que no es Luismi, por su juventud (23 años) y por ser aún miembro del filial, quien debe sacar las castañas del fuego, confió nuevamente en el canterano. Todo pundonor, velocidad, desparpajo y calidad, Luismi Redondo se situó entre líneas y esperó su oportunidad. Y la tuvo, apenas cuatro minutos después de haber ingresado al terreno de juego de un El Arcángel que anhelaba el tanto de la victoria para romper una racha de casi dos meses sin ver una victoria blanquiverde. Y que llegó justo cuando más la necesitaba, en una situación crítica y contra el líder, el Linares.

Rubén Sanchidrián batía a Edu Frías en el 86', el linier levantaba el banderín y señalaba fuera de juego. Suspiro de alivio en el banquillo y en la grada de El Arcángel. Acto seguido, Frías sacó en largo de portería, Willy prolongó el balón en el centro del campo y, rápido como una gacela, Luismi encontró el hueco entre los centrales del Linares, se marchó hacia el área rival con la portería entre ceja y ceja, esperó a la salida del exblanquiverde Razak y colocó la pelota limpia en el palo corto. El esférico besó las mallas, Luismi corrió extasiado al córner y sus compañeros celebraron el gol con el chaval en una explosión de alegría.

La historia, la corta historia, de momento, aunque con un porvenir alentador, de Luis Redondo en el Córdoba CF es la de un joven valor de la cantera con hambre, con habilidades, con ilusión y con un marcado compromiso. Sin dar un solo aspaviento, consciente de la situación crítica que vive el equipo, capaz de viajar a Sevilla con el primer plantel, tres horas después con el Córdoba B y al día siguiente soportar la presión de dos derrotas y de un ambiente crispado. De pasar toda la semana, aprendiendo la otra cara del fútbol, esperando su momento, gozando con un gol, el primero con el primer equipo blanquiverde, que a buen seguro que jamás olvidará.

En Lucena conocen las capacidades de Luismi Redondo. Allí llegó el pasado verano, tras haber pasado por las canteras del Deportivo y del Valencia, y demostró que tiene madera para pelear por convertirse en futbolista profesional. Ayer, en El Arcángel, dio un pasito más, aunque no es ni el primero ni debe ser el último. Recogió los frutos de todo su trabajo callado, y de esa sonrisa, fruto de la edad y de la ilusión, que siempre ha puesto como respuesta al mal tiempo. Una sonrisa que ayer no le cabía en la cara.