El Barça y Pau Gasol se han dado de plazo hasta este miércoles para cerrar el acuerdo y anunciar, de forma conjunta, que el pívot catalán se convertirá en jugador azulgrana hasta el final de temporada. Esa es la fecha que tienen los equipos que compiten en la Euroliga para inscribir a nuevos jugadores para esta campaña. Y la que quieren cumplir las dos partes, conscientes de que es un acuerdo beneficioso para todos, más allá del malestar que ha generado en el jugador y en el club la filtración de la noticia.

Para Pau, a sus 40 años, es una excelente oportunidad de ponerse a punto y competir al máximo nivel con la vista puesta en los Juegos Olímpicos de Tokio y para el Barça, una espléndida noticia a nivel de imagen, y un refuerzo de calidad a nivel de experiencia y liderazgo en un vestuario con objetivos muy altos esta temporada.

Club y jugador habían llevado todas las conversaciones con máxima discreción. Solo un núcleo muy reducido de personas las conocían dentro del Barcelona, entre ellas el presidente de la junta gestora, Carles Tusquets, y el entrenador del primer equipo, Sarunas Jasikevicius, que le dio el último empujón a la operación después de hablar con Pau y valorar su posible entrada en el equipo. Que se filtrara el posible acuerdo generó bastante enfado en el jugador, como demostró con la publicación de un tweet enfriando los comentarios, y también mucha incomodidad en el propio club, desconcertado porque la noticia la llevara a las redes Toni Freixa, uno de los tres candidatos en las elecciones a la presidencia.

Rebajar las expectativas

El regreso de Pau Gasol al Barcelona cuando lleva casi dos años sin competir, intentando recuperarse de una lesión y posterior operación en el pie, no es solo una cuestión de fondo: lo que supone la vuelta de un jugador tan emblemático, uno de los mejores en la historia del deporte español, veinte años después de que lo dejara para triunfar en la NBA. Es también una cuestión de formas, de control del discurso. Durante todo el periodo de recuperación, el pívot de Sant Boi ha regulado al máximo la información para no levantar falsas expectativas acerca de su regreso y solo en la recta final de este proceso, después de recuperar algunas sensaciones en entrenamientos en grupo, se atrevió a valorar su posible regreso.

Esa es la idea en la que tanto Pau como el club azulgrana han coincidido en las conversaciones: no exponer en exceso al jugador al foco mediático. Gasol es consciente de que su estado físico, más allá de la respuesta que ha tenido en los entrenamientos privados que ha venido realizando en Los Angeles, es una incógnita. Quiere seguir dando pasos firmes para completar su recuperación y no acelerar el proceso. Tokio y sus quintos Juegos están en sus pensamientos.

Su incorporación a la disciplina del equipo azulgrana no sería para que tuviera un protagonismo inmediato. Ninguna de las partes quiere ponerse un plazo sobre cuándo podría llegar su debut. Lo que es seguro es que tomará un tiempo. Y sobre la marcha irán viendo tanto el jugador como el técnico azulgrana el rol que puede desempeñar en una plantilla sobrada de calidad y con todos los puestos muy bien cubiertos.

En estas últimas horas, los abogados de Gasol y los responsables del club deben acabar de pulir el acuerdo que las dos partes dan por hecho, más allá de la inquietud que ha generado la filtración, que contempla solo los meses que restan de esta temporada y en los que el pívot de Sant Boi, que ya ejerce como embajador del club, cobrará un sueldo simbólico, la parte proporcional del mínimo salarial (68.337 euros).