Hay Vueltas que se hacen famosas por una sola montaña. Sucedió, por ejemplo, en la ronda española de 1999 cuando se inventó la primera subida al Angliru, la que ganó bajo la niebla el Chava Jiménez, quien hace unos días habría cumplido 50 años. Y en la próxima, que se correrá entre el 14 de agosto y el 5 de septiembre, se hablará y mucho de otra montaña asturiana, el Gamoniteiru, un nuevo tesoro para el ciclismo, un puerto de los que quita el hipo, de los que dejan los pelos de punta y de los que obliga, aunque no guste este deporte, a estar enganchado al televisor como si fuese una película de suspense, para descubrir en este caso, no al asesino, sino el ciclista que resulte ganador en lo alto de la cima, a 1.772 metros de altitud.

El amante del ciclismo que el jueves 2 de septiembre haya terminado las vacaciones estivales, bueno sería que ya empezase a solicitar un permiso especial, al menos para la tarde de ese día, si no trabaja en jornada intensiva. Porque perderse la ascensión al Gamoniteiru será algo así como un pecado y un verdadero martirio para los ciclistas de la Vuelta, que deberán afrontar los 15 kilómetros de la subida sin un descanso y con un porcentaje que nunca se sitúa por debajo del 10 por ciento.

La carrera de las catedrales

La próxima Vuelta ya ha sido bautizada como la de las catedrales, porque empieza en el exterior de la de Burgos y finaliza frente a la de Santiago Compostela, en una edición que elude Madrid, Catalunya, País Vasco, Aragón, la Rioja, la España insular, Ceuta y Melilla. No será la primera vez que la prueba esquiva finalizar por los alrededores del Paseo de la Castellana, pero siempre es una novedad que las calles madrileñas no acojan el último suspiro de la carrera.

Sin embargo, no será solo el Gamoniteiru el único espíritu de montaña de la próxima edición de la prueba, puesto que habrá en total 9 llegadas en alto; lo que no quiere decir, según la marca de la casa, que sean nueve etapas de alta montaña porque hay al menos dos a las que se puede considerar jornadas llanas con un repecho final, como es el caso de la famosa subida por las calles empinadas de Valdepeñas de Jaén.

11 salidas y llegadas inéditas

Será también la Vuelta de las 11 salidas y 11 llegadas inéditas; en ellas, al margen del Gamoniteiru, las subidas finales al Picón Blanco, en Burgos, el Balcón de Alicante y el Pico Villuercas, en lo alto de la turística ciudad extremeña de Guadalupe.

En total los ciclistas tendrán que recorrer 3.336 kilómetros, entre Burgos y Santiago de Compostela, a través de los parajes de las dos Castillas, tierras valencianas, murcianas, andaluzas, extremeñas, cántabras, asturianas y gallegas, peleando no solo con la altimetría de la carrera (45 puertos programados) sino con el habitual y tórrido calor que hará en el interior y en el sur de España a finales de agosto y en parajes como Albacete, Jaén o Córdoba, con su belleza, pero con el termómetro al máximo nivel.

Una prueba con Pogacar

Curioso el diseño en una carrera que rechaza habitualmente las contrarrelojes. En esta ocasión habrá dos, una el primer día, de solo 8 kilómetros, y otra en la jornada final, con 33 kilómetros que, según como se porten los ciclistas, sobre todo en el Gamoniteiru, deben dejar la Vuelta pendiente de la sentencia hasta el final para acabar bajo la disciplina del cronómetro como hará seguramente el Giro, por las calles de Verona, aunque el recorrido de la ronda italiana todavía no se sabe al margen de que la prueba partirá de Turín.

También se desconoce la participación pero ya se anuncia a bombo y platillo que Tadej Pogacar, vencedor del Tour 2020 y tercer clasificado de la Vuelta 2019, será la gran atracción de la prueba donde, si no cambia de criterio, Alejandro Valverde se retirará tal como hizo Alberto Contador en la edición de 2017. Falta medio año pero solo de pensar en el Gamoniteiru ya se pone la piel de gallina.