En Lorca se dio una vuelta de tuerca a esto del fútbol bajo una pandemia. El coronavirus ha convertido a algunos partidos en casi clandestinos. En ocasiones, sin el «casi». La llegada al Francisco Artés Carrasco de Lorca, un par de horas antes del inicio oficial del encuentro, dejaba los ánimos un tanto por el suelo. El aparcamiento que rodea al campo absolutamente vacío. Tan solo se le veía el autobús oficial del Córdoba CF, por lo que si alguno pasaba por allí parecía obligado preguntar a Cristóbal, el chófer, si realmente no se había equivocado. Allí no había nadie. Llegó la encargada de prensa del club lorquino y sí, al parecer sí que había partido de fútbol allí.

Los jugadores locales entraban en pequeños grupos, saludaban a los cuatro gatos que estábamos por allí y se metían dentro del estadio, por cierto, un estadio abierto. Quizá porque allí ya se conocen todos no había ese celo que sí que hay en otras instalaciones. Control, por supuesto, pero muy de andar por casa. Una docena de personas y listo. Todos para dentro.

Se pudo ver desde la zona de prensa la llegada de la expedición blanquiverde. Por un lado, Javier González Calvo. Por el otro, Miguel Valenzuela junto a Juanito y, por otro, Rafa Sánchez con Raúl Cámara. El Córdoba CF, en su conjunto, aportaba más de la mitad del aforo que asistió al Artés Carrasco al encuentro entre lorquinos y cordobesistas. La previa, la verdad, se hizo insufrible. Posiblemente por aquello de la escasez de personal ante un partido a puerta cerrada, la música del estadio lorquino era, básicamente, como la sintonía de los metros en cada parada. Pero mucho más machacona, lógicamente. Con tanta música electrónica de base sudamericana, tocó en esta ocasión Lucho Dee Jay, que por lo visto debe gustar mucho. Al que maneja la megafonía. Y una sola canción. Eso sí, repetida en aproximadamente 34 ocasiones antes de que diera el inicio. Así, alguno que estaba por allí comentaba que si en vez de a las 12.00 el partido empezaba a las 11.30 tampoco pasaba nada.

Porque a causa de la situación que vive el país, otro daño colateral es el de los establecimientos de los alrededores. Un domingo, a las 10.30 horas y con la que hay montada no vaticinaba nada bueno. Y, efectivamente, se cumplió el augurio: no había forma de tomarse un café en tres kilómetros a la redonda, al menos.

Aunque Pablo Alfaro comentó a la finalización del encuentro que el césped estaba «un poco alto», sonriente, remarcando ese «un poco» para querer decir que no había visto la cortadora en días, la verdad es que desde fuera el campo lorquino se veía estupendamente. Muy buena pinta. De ahí que luego, lo que se perpetró sobre él -principalmente en la primera parte- doliera tanto. Alguna cara de tensión se vio en la expedición blanquiverde, algo por otra parte lógico, pero todo se relajó con el gol de Willy Ledesma. La cosa cambió mucho, no solo las caras. El rival se cayó como un armario viejo tras encajar el tanto y la cosa fue mucho más relajada para los blanquiverdes, de rojo y blanco en el Artés Carrasco.

Más allá de las declaraciones oficiales, al maño no le gustó en exceso gran parte del partido que realizó su equipo. Andaba de un lado a otro, se agachaba en más de una ocasión y, tras un error, una entrega fallida o algo que le resultaba incomprensible se levantaba, se metía en el banquillo y volvía a aparecer a los pocos segundos. Pero los puntos son los puntos y la racha es la que es, inmaculada: seis partidos dirigiendo al Córdoba CF, ningún gol encajado, 10 puntos logrados de 12 en disputa y dos rondas coperas pasadas. El morlaco que le espera a él y al Córdoba CF el miércoles casi no cuenta para la racha, pero… ¿quién se frena en su capacidad para soñar?

Así que, al finalizar el encuentro hubo la tradicional reunión de pastores: Alfaro, González Calvo, Valenzuela, Juanito… Caras de satisfacción y sensación de «ufff». Porque en el campo del colista, sí o sí, hay que ganar. El Córdoba CF y ahora deben pasar otros. Y a alguno se le atragantará afectando al resultado. Por lo que tras la cita, cada uno a su punto de origen: Madrid, Sevilla y Córdoba.

El equipo se quedó en el Riscal, ese hotel a las afueras de Lorca que se ve desde la autovía y que es como un tetris (o como el ambulatorio del Sector Sur). La expedición blanquiverde comió en sus instalaciones con tranquilidad y, después, cogió carretera y manta para regresar a la ciudad. Porque tras el sueño ante la Real Sociedad toca la realidad de la Liga, en la que espera el Yeclano, ante el que sumar de nuevo los tres puntos despejará algo más el horizonte para el equipo de Alfaro. Porque si el Artés Carrasco emite repetitivamente el tema de Lucho Dee Jay, el Córdoba CF también va con su soniquete, el del ascenso.