Un amigo comentaba, en pleno viaje camino de Sevilla, que estos partidos antes conllevaban un despliegue muy diferente. Los tiempos eran otros, más tranquilos, menos frenéticos. Se almorzaba en una venta y se tomaba un café, de vuelta en el Parador de Carmona. Este domingo, el Córdoba CF partió sobre las 10.00 horas hacia Sevilla desde la explanada de El Arcángel y, 10 horas después, el autocar del equipo blanquiverde ya culebreaba por la Cuesta del Espino y empezaba a catar el aroma califal. En el zurrón, junto a las camisetas sudadas, los balones con trazas de hierba y el equipaje habitual de los utilleros, un punto que no reconforta pero que tampoco desagrada.

Con la tormenta Filomena azotando España, dejando mantos de nieve en el centro y el norte del país y un frío glacial en el resto, el partido del Córdoba CF en la Ciudad Deportiva Luis del Sol fue, desde el principio, una carrera de obstáculos. Con una climatología tan adversa todo parecía empezar torcido. Abrigos, chaquetones, guantes, el vaho saliendo de las bocas de los futbolistas blanquiverdes cuando bajaban del autocar, con el almuerzo aún en el estómago y la necesidad de sumar tres puntos. En el fútbol moderno todos tienen aplicaciones en su smartphones que les informan sobre los resultados de los rivales. El UCAM Murcia había ganado el día anterior y el Linares, el otro gran rival en la pelea por la segunda fase por el ascenso, había goleado a domicilio al Lorca.

[Así hemos vivido en directo el Betis Deportivo-Córdoba CF]

Primera valla en una carrera exprés de obstáculos. Tocaba saltarla con una salida fulminante al terreno de juego de la Ciudad Deportiva bética. En el secundario. El principal, recién sembrado, era pasto de unas palomas que, ajenas al evento deportivo, gozaban de un banquete inesperado. Las semillas del terreno de juego principal de las instalaciones béticas fueron la delicia de las aves, felices, distantes de la marabunta del deporte rey.

Los pocos espectadores presentes, todos ellos periodistas y empleados del club, contemplaban por un momento, en el horizonte, la espectacular figura del Benito Villamarín, completamente visible desde la nueva grada de la Ciudad Deportiva. Tan cerca, tan lejos.

El fútbol de Segunda B es otra cosa. Nada de escenarios emocionantes, los focos están en otro lado. En concreto, en un tercer campo de las instalaciones verdiblancas, a la espera de que un empleado tocase el botón para, a lo lejos, iluminar el terreno de juego en el que el Betis Deportivo y el Córdoba CF debían dirimir tres puntos de oro en la pelea diaria de la división de bronce.

Así son las cosas. Toca pelear, como indicaba De las Cuevas al término del encuentro. Salir a morder ante cualquier rival para abandonar cuanto antes el escenario de bronce y regresar a los focos, a los grandes lugares, a los estadios míticos que esperan al equipo blanquiverde cuando regrese al fútbol profesional.

Este domingo, los obstáculos se sucedieron y el equipo de Pablo Alfaro. No ayudó el desgaste físico de la Copa del Rey, aunque ni el técnico ni el mediapunta alicantino, los dos integrantes de la expedición califal que atendieron a la prensa al término del choque, quiso poner demasiado acento en ello. Se dijo, pero no se amplificó. Un verdadero atleta no se centra en la valla derribada sino en la siguiente que desea superar con un salto limpio.

Todo, absolutamente todo lo que decían los jugadores entre ellos y a los árbitros se escuchaba desde la grada, donde los periodistas, de pie para sacar la cabeza y ver todo el terreno de juego, escuchaban atentos. No es lo mismo oírlo en El Arcángel, arriba del todo en la grada de Tribuna, que tan cerquita en la Ciudad Deportiva Luis del Sol. Bernardo Cruz le comentaba al linier que había decidido bien al darle un saque de banda al Córdoba CF, porque la jugada era “jodida”. Incluso le aplaudió. Cualquier aficionado de fútbol sabe que con el trío arbitral hay que evitar la tensión siempre que se pueda.

"Levántate, no te hice nada", apuntaba Del Moral a Bandaogo, prodigio físico del centro del campo del Betis Deportivo, que había gritado antes de que el canterano cordobesista llegara a golpearle.

La última valla, la definitiva, era la defensa bética. Willy lo intentó en dos ocasiones, Piovaccari, al salir tras el descanso, una vez más. También Oyarzun, al que sus compañeros animaban sin cesar cada vez que superaba a un rival. Pero no había manera. Al final, cuando no se puede ganar una carrera, al menos se debe asegurar el diploma olímpico. Ello te gradúa para la siguiente vez, evita quedar eliminado. El último obstáculo fue Becerra, respondiendo a los remates del filial en una recta final en la que el punto no supo mal del todo.

En el descuento, la granizada final parecía despedir antes de tiempo a los protagonistas. Paraguas al viento y nada más que rascar. Regreso exprés. Con la barrera de la Ciudad Deportiva levantada para que los coches salieran en riguroso orden y bien rapidito. En la curva de salida de Heliópolis, de nuevo el Villamarín al fondo. Recuerdo de tiempos de gloria que el cordobesismo anhela repetir.