James Harden y los Houston Rockets se estrenaron finalmente en la noche del sábado en la nueva temporada de la NBA. Después de que se aplazara el debut ante Oklahoma por culpa de la pandemia, Harden y la franquicia tejana empezaron con derrota ante Portland (128-126) y, lo más resaltable, empezaron juntos. La ruptura entre la estrella y los dirigentes de Houston es materia de conversación desde hace semanas en la liga y las negociaciones con diferentes entidades dispuestas a pujar por la superestrella barbuda afloran casi a diario. Un día suenan los Celtics, otro los Nuggets, quizá los 76ers, o quizá los Nets Es un traspaso de mucho volumen. En lo económico y en lo deportivo. Y mientras no se materializa, Harden sigue en Houston, sigue creando problemas y sigue anotando. La máquina no para: 44 puntos hizo en su debut, pese a la derrota.

Harden da mucho que hablar. La tirantez con la clase dirigente o incluso con sus compañeros de equipo se han ido radiando desde que trascendiera su deseo de cambiar de aires después de ocho años en los que, según los que conocen las interioridades de los Rockets, nada se mueve ahí dentro sin consulta previa con el jugador referencial. Pero ese poder ya no es suficiente para Harden. Quiere huir. Y no se esconde. Y como su presencia parece haberse hecho tóxica, los conflictos emergen a diario.

Salario alto

En el día del primer partido de pretemporada corrió como la pólvora por las redes sociales una imagen ligeramente rellena de su barriga, como si se hubiera abandonado en verano. Pero de forma menos jocosa se comentó que acudiera el lunes a una fiesta privada en un espacio interior. La NBA lo apartó y los Rockets, al tener más casos de riesgo, no jugaron el miércoles. Harden se sometió a cuatro tests, todos negativos, antes de que se le diera permiso para jugar el sábado. Y no estuvo mal. Al contrario: nivel de MVP, que es lo que es.

Pero tan frustrado como puede sentirse por no haberse consumado el traspaso deseado, lo cierto es que muchas franquicias que meditan la apuesta no ven clara la jugada. Harden, escolta de 31 años, condiciona mucho el juego del grupo por su tendencia a acaparar de forma abrumadora la pelota. Por algo promedia más de 30 puntos por partido. Luego obliga su fichaje a desprenderse de alguna estrella propia. Y por lo visto, todas las propuestas que han recibido los Rockets hasta ahora no se han estimado como suficientemente buena.

Y después está el tosco carácter que se le atribuye al jugador, hasta el punto que alguna de las franquicias que más han perseguido la operación han llegado a contratar un investigador privado para disponer de un informe completo de una estrella que cobra 41,2 millones de dólares esta temporada y 44,3, la próxima. Hay que estar muy seguro para jugársela con un salario así. Puntos garantiza. Defensa, menos. Buen ambiente, discutible.