Menudo cambio, amigos. En dos semanas, el Córdoba CF se ha metido en puesto de ascenso y ha superado la primera eliminatoria de la Copa del Rey ante un adversario que a día de hoy milita en una categoría superior. Tres partidos, tres victorias. Media docena de goles marcados y ninguno encajado. La mutación ha sido radical con la llegada de Pablo Alfaro, que ha tocado las teclas necesarias para cambiar la melodía de un equipo que con Sabas andaba mustio y que ahora se ha revitalizado. No hay mejor reconstituyente que un puñado de buenos marcadores. Con imagen convincente, además.

Entre un equipo deprimido de Segunda División y otro efervescente de Segunda B apenas se advierten diferencias. En el Córdoba-Albacete, un observador ajeno a la actualidad del fútbol más allá de las respectivas movidas del Madrid y el Barça tendría dificultades para saber en qué división ubicar a los protagonistas. Ya advirtió Menéndez -el tercer técnico del cuadro manchego, tras Lucas Alcaraz y López Garai- que el Córdoba era un equipo "de Segunda" que ahora está "ahí", sin querer siquiera nombrar a ese campeonato al que los suyos parecen dirigirse sin remisión a menos que medie un milagro.

En El Arcángel, ante el regocijo de 400 seguidores, la formación blanquiverde volvió a anotarse un triunfo con mensajes. El primero y principal, que está capacitado para abordar el desafío que sus constructores declararon: el ascenso. El Córdoba dejó de desmentirse a sí mismo y de dar lecciones de incoherencia cada fin de semana, cuando protagonizaba actuaciones que convertían en un chiste el ambicioso argumentario de los días precedentes al partido.

El Córdoba ya convive con la presión como un compañero más, desde la más absoluta normalidad. Quien se atenace por las exigencias no tiene sitio aquí. Alfaro ha rotado piezas y la máquina sigue funcionando: sus porteros paran, sus defensas defienden, sus medios destruyen y se atreven a construir, y los delanteros golean. La valentía se refuerza con victorias, lo otro se llama temeridad. El Córdoba se ha metido en la vía buena. Ahora se trata de no descarrilar.